lunes, 14 de diciembre de 2015

EMMANUEL MOUNIER

¡¡UN SANTO DE NUESTRO TIEMPO!!


Emmanuel Mounier nació en Grenoble, Francia, el 1º de abril de 1905. Su padre, que deseaban un hijo médico le orienta hacia el curso de medicina e inicia la carrera. Luego de unos ejercicios espirituales siente la necesidad de estudiar filosofía y se inscribe en el curso de Jacques Chevalier, quien dice de él: “Es un silencioso que escucha…lo siento volcado interiormente a todo lo que digo, se concentra dentro de sí

Mientras estudia, participa en distintos grupos de formación espiritual. Se considera un “hombre de profundas convicciones y fe en su constitución y su temperamento” Ya licenciado en filosofía, llega a París a los 22 años. En la Sorbona gana el concurso de la cátedra de filosofía, siendo su oponente J. Paul Sartre.

Al poco tiempo renunciará. Le “horroriza” lo que entiende por “mutilación y miopía a la realidad”. Además, encuentra en alumnos y profesores que falta en sus almas, espíritu de sacrificio y noción concreta de la miseria humana. No soporta la indiferencia, la “pedantería academicista” y el grado de deshumanización del ambiente.

Prefiere abandonar una carrera prometedora y exitosa en logros personales – prestigio, cátedra, traje, corbata…Su vocación, fuerza y pensamientos están volcados hacia el testimonio de una vida evangélica donada al prójimo; la persona, centro de reflexión.

Mounier, coherente con sus principios y valores, vive como piensa y piensa como vive. Abandona la tan apreciada seguridad material, lucha contra lo que él llama el desorden o caos establecido…que sigue con tan buena salud hasta nuestros días…dígase de paso.

Mounier deja todos los privilegios que supone ser profesor de La Sorbona y hace frente al espíritu burgués, al individualista que vive su egoísmo ocupado en sus posesiones que acaban poseyéndolo. En 1932 funda la Revista “Esprit” (Espíritu) de gran repercusión y ayuda, en su lucha hacia una transformación radical en las personas.

Muchos testimonios hablan de la personalidad de Mounier: “Lo que me impresionaba de él son dos grandes virtudes que le caracterizaban durante su corta vida: Un gran amor por la verdad…luego, una inmensa generosidad orientada hacia el pueblo, hacia quienes sufren situaciones laboralmente desfavorables. Pensaba que la transformación de las almas no bastaba, que también había que transformar leyes. Amaba también la vida simple y pobre…”… afirmaba una maestra de escuela.

En 1930 había renunciado a la tesis doctoral, para hacerla con su vida una mayor obra, porque una tesis doctoral es ante todo una obra humana. Había estudiado, viajado y enseñado mucho desde muy joven. A lo largo de sus constantes viajes, no solo daba conferencias, dejaba además, semillas para que nacieran los Grupos-Esprit en diferentes ciudades.

Era hombre de Iglesia, pero no acrítico, no soportaba lo que veía en muchos cristianos: la alianza y solidaridad con el desorden establecido. Por ese motivo, estuvo a punto de ser condenado por el Vaticano. Así como vivió con alegría y gozo, tampoco de faltó sufrimiento en la vida: la muerte prematura de su íntimo amigo, la enfermedad y muerte de su hija, la cárcel por una causa injusta, la guerra mundial.

Sin embargo, estas dolorosas experiencias no lo derrotaron, porque conocía el vínculo entre la Cruz y la Luz, el dolor y el Amor, la oscuridad y la Esperanza cristiana. De sus momentos de crisis más fuertes lograba hacer en sí mismo sus mayores conversiones,

Desde 1928 a 1933 asistía regularmente a reuniones dominicales con Jacques Maritain y con un grupo selecto de intelectuales cristianos, buscando que creyentes y no creyentes convivieran en igualdad de condiciones.

Mounier tenía muy claro lo esencial: su vacación de educador, su entrega a todo y a todos, su ser comunitario y que la revolución será espiritual o no será, y a su vez, será estructural, económica y política, o no será. Sabía y decía que hay un orden supuesto que mantiene oculto un caos establecido. (Extraído del Libro “Persona y Acción” del Lic. Julio Ayala – Presidente del Instituto E. Mounier - IEM–Paraguay)  

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