¡¡UN SANTO
DE NUESTRO TIEMPO!!
Emmanuel Mounier nació en Grenoble, Francia, el 1º de abril de 1905. Su padre, que deseaban un hijo médico le orienta hacia el curso de medicina e inicia la carrera. Luego de unos ejercicios espirituales siente la necesidad de estudiar filosofía y se inscribe en el curso de Jacques Chevalier, quien dice de él: “Es un silencioso que escucha…lo siento volcado interiormente a todo lo que digo, se concentra dentro de sí”
Mientras estudia, participa en distintos grupos de formación espiritual. Se
considera un “hombre de profundas convicciones y fe en su constitución y su temperamento”
Ya licenciado en filosofía, llega a París a los 22 años. En la Sorbona gana el
concurso de la cátedra de filosofía, siendo su oponente J. Paul Sartre.
Al poco tiempo renunciará. Le “horroriza” lo que entiende por “mutilación y
miopía a la realidad”. Además, encuentra en alumnos y profesores que falta en
sus almas, espíritu de sacrificio y noción concreta de la miseria humana. No
soporta la indiferencia, la “pedantería academicista” y el grado de deshumanización
del ambiente.
Prefiere abandonar una carrera prometedora y exitosa en logros personales –
prestigio, cátedra, traje, corbata…Su vocación, fuerza y pensamientos están
volcados hacia el testimonio de una vida evangélica donada al prójimo; la
persona, centro de reflexión.
Mounier, coherente con sus principios y valores, vive como piensa y piensa como
vive. Abandona la tan apreciada seguridad material, lucha contra lo que
él llama el desorden o caos establecido…que sigue con tan buena salud hasta nuestros
días…dígase de paso.
Mounier deja todos los privilegios que supone ser profesor de La Sorbona y
hace frente al espíritu burgués, al individualista que vive su egoísmo ocupado
en sus posesiones que acaban poseyéndolo. En 1932 funda la Revista “Esprit”
(Espíritu) de gran repercusión y ayuda, en su lucha hacia una transformación
radical en las personas.
Muchos testimonios hablan de la personalidad de Mounier: “Lo que me
impresionaba de él son dos grandes virtudes que le caracterizaban durante su
corta vida: Un gran amor por la verdad…luego, una inmensa generosidad orientada
hacia el pueblo, hacia quienes sufren situaciones laboralmente desfavorables.
Pensaba que la transformación de las almas no bastaba, que también había que
transformar leyes. Amaba también la vida simple y pobre…”… afirmaba una maestra
de escuela.
En 1930 había renunciado a la tesis doctoral, para hacerla con su vida una
mayor obra, porque una tesis doctoral es ante todo una obra humana. Había
estudiado, viajado y enseñado mucho desde muy joven. A lo largo de sus
constantes viajes, no solo daba conferencias, dejaba además, semillas para que
nacieran los Grupos-Esprit en diferentes ciudades.
Era hombre de Iglesia, pero no acrítico, no soportaba lo que veía en muchos
cristianos: la alianza y solidaridad con el desorden establecido. Por ese
motivo, estuvo a punto de ser condenado por el Vaticano. Así como vivió con
alegría y gozo, tampoco de faltó sufrimiento en la vida: la muerte prematura de
su íntimo amigo, la enfermedad y muerte de su hija, la cárcel por una causa
injusta, la guerra mundial.
Sin embargo, estas dolorosas experiencias no lo derrotaron, porque conocía
el vínculo entre la Cruz y la Luz, el dolor y el Amor, la oscuridad y la
Esperanza cristiana. De sus momentos de crisis más fuertes lograba hacer en sí
mismo sus mayores conversiones,
Desde 1928 a 1933 asistía regularmente a reuniones dominicales con Jacques
Maritain y con un grupo selecto de intelectuales cristianos, buscando que creyentes
y no creyentes convivieran en igualdad de condiciones.
Mounier
tenía muy claro lo esencial: su vacación de educador, su entrega a todo y a
todos, su ser comunitario y que la revolución será espiritual o no será, y a su
vez, será estructural, económica y política, o no será. Sabía y decía que hay
un orden supuesto que mantiene oculto un caos establecido. (Extraído del Libro “Persona
y Acción” del Lic. Julio Ayala – Presidente del Instituto E. Mounier - IEM–Paraguay)
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