¡CUÁL ES NUESTRA CUOTA DE CULPA?
Inadaptado: Hombre o individuo que no se adapta a ciertas circunstancias.
Dícese del hombre o individuo que no participa de los objetivos y normas
vigentes en su sociedad o grupo. (Sinónimo, desplazado, marginado, desambientado).
Diccionario
Larousse.
Por todos es sabido que, el hombre nace
hambriento, necesitado y con tendencias al mal. De ahí la necesidad de su
educación. También es sabido que la convivencia armónica en las relaciones
interpersonales…es tarea difícil. Una de las causas, entre otras – dicen los
especialistas – es la inmadurez. Entre la clasificación de las conductas inadaptadas,
tenemos las siguientes:
“El inadaptado tiene
siempre una tonalidad infantil. El inmaduro quiere todo y que todos se adapten a sus exigencias egoístas. Si no
consiguen sus propósitos, su reacción es compulsiva, igual que en el caso de
los niños. Cuando el niño quiere algo y no se lo permiten, reacciona
airadamente, llora, grita y patalea: porque todo tiene que adaptarse a sus
deseos, caprichos y exigencias….
Por eso hay “niños”
de 40 y 50 años que hicieron de sus vidas una búsqueda insaciable de cariño: que todos me quieran, me aprecien, me alaben….estas personas
han crecido biológicamente, pero quedaron estancados psicológicamente en las
primeras etapas de la vida” (cfr. Ignacio Larrañaga – Sube Conmigo p. 188).
El inadaptado es alguien que con su comportamiento se manifiesta en constante oposición a las normas sociales y morales. En su repertorio conductual se encuentran las siguientes conductas: expulsiones de las instituciones educativas y sociales, malos rendimientos académicos, promiscuidad sexual, prepotencia matonil (tavycho mbareté quien con su equipo de sonido molesta a medio mundo), mentiroso, ladrón, vándalo, emocionalmente inestable…
En fin, un
gamberro, pobre infeliz, que no respeta las normas de convivencia por buscar su
satisfacción en el capricho, gusto o comodidad, importándole nada las molestias
que causa a los demás. Es el o la joven con aires de bravucón, grosero, vulgar
patotero. Su conducta va desde romper los faroles y asientos de las plazas
públicos o escribir en los bancos, molestar a los paseantes, entre otras miseria
tan arraigadas en nuestra fauna juvenil.
De un tiempo no muy lejano a esta parte,
la violencia social ha constituido uno de los principales azotes de nuestra
sociedad….ante estas situaciones de extrema violencia, los
humanos nos sentimos desprotegidos: es que, cualquiera delinque como quiere y
cuando quiere…y no pasa nada. El inadaptado se sabe impune.
La violencia
social tiene que ver con la impunidad que goza el delincuente – no pocas veces
por inutilidad o complicidad de las autoridades - por modelo de sociedad que
estamos gestando y alimentando diariamente.
Es repetitivo decir que en nuestra sociedad el dinero y la ostentación de riqueza económica valen más que la ética, la dignidad humana, la fe en Dios y el amor. ¿Qué significa hoy, para muchos, autoridad incluida - la dimensión espiritual y ética?
Muchos papás
creen que dando dinero y objetos a sus hijos pueden “comprar” el amor y el
cariño, como si los hijos fueran simplemente objetos al servicio de sus intereses
egoístas. Las estadísticas gritan que muchos hijos que nunca sintieron el amor
y el apoyo de los mismos, caen en la desgracia del consumo de las drogas, el
patoterismo juvenil y el suicidio.
¿No es ya hora de cambiar nuestros valores superfluos, mudar
nuestros malos hábitos, rectificar el
rumbo de nuestra sociedad y buscar el camino recto y verdadero?.
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