miércoles, 19 de noviembre de 2014

¡SALVOS POR LA FE!!… ¿SÓLO POR LA FE?

¿HASTA QUÉ PUNTO ES CORRECTA ESTA AFIRMACIÓN?

En la Carta Encíclica Luz de la Fe (Lumen Fidei) nº 19 se lee: “¿Tienes algo que no hayas recibido”? (1ª Cor. 4,7). Precisamente en este punto se sitúa el corazón de la polémica de san Pablo con los fariseos, la discusión sobre la salvación mediante la fe o mediante la obra de la ley.

Lo que san Pablo rechaza es la actitud de quien pretende justificarse a sí mismo ante Dios mediante sus propias obras. Éste, aunque obedezca a los mandamientos, aunque haga obras buenas, se pone a sí mismo en el centro, y no reconoce el origen de la bondad de Dios. Quien obra así, quien quiere ser fuente de su propia justicia, ve como pronto se le agota y se da cuenta de que ni siquiera puede mantenerse fiel a la ley

Y en el nº 47 dice: “La unidad de la Iglesia, en el tiempo y en el espacio, está ligada a la unidad de la fe: “Un solo cuerpo y un solo espíritu (….) una sola fe” (Ef. 4,4-5)
No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios” (nº 50). Si la fe es un bien para todos, es un bien común (…)

La Carta a los Hebreos pone un ejemplo cuando nombra a Samuel y a David, a los cuales les permitió administrar justicia (Heb. 11-33). Esta expresión se refiere a su justicia para gobernar, a esa sabiduría que lleva paz al pueblo (cfr. 2ª Sam 8-15). Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamente el amor de Dios” (nº 51).

La fe nos enseña que cada hombre es una bendición para mí que la luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro humano (..)  ¡Cuántos hombres y mujeres de fe han recibido luz de las personas que sufren!. San Francisco de Asís, del leproso, Teresa del Calcuta, de sus pobres sufrientes! (nº 52)

Es decir,  la fe no puede ser solamente una mera confesión de boca o una creencia que se agota en la mente y nada más. La fe comporta algunos deberes: (a) Obligación del acto de fe, porque la fe crece y madura en la acción -liturgia, oración, obras de caridad. (b) Obligación de confesar la fe. Es necesario dar razón de nuestra fe. (c)  Obligación de propagar la fe. Si se dice tener fe, es lógico y natural comunicarla a los demás. (d) Vivir coherentemente en todos los ámbitos de la existencia. Y todo esto no se hace con la mente, sino materializando con el “hacer”.

Algunos ejemplos. (1) Sal 28,4: Págales, Yahvé, según sus obras, según la malicia de sus actos, trátalos conforme a sus acciones, págales con su misma moneda” (2) Proverbios 24,12: “Pues, aunque digas que no lo sabías, el que juzga los corazones lo comprende,  el que vigila tu alma lo sabe;  y Él paga a cada uno según sus obras”.

(3) Ap. 2,23: “Y a sus hijos, los voy a herir de muerte: así sabrán todas las iglesias que yo soy el que sondea los riñones y los corazones, y yo os daré a cada uno según vuestras obras”. (4) Jer 17,10 Yo, Yahvé, exploro el corazón, pruebo los riñones, para dar a cada cual según su camino, según el fruto de sus obras. (5) 2ª Cor 5,10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal”.
   
Por si todavía haya alguna duda, el maestro dijo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.”

Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt. 25,35-40). ¡Eso es obra, eso es hacer vida práctica la creencia en Jesús!

En St 2,13-20, leemos: “·Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; la misericordia se siente superior al juicio. ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: “Tengo fe”, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos y hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?

Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: “¿Tú tienes fe? Pues yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré por las obras mi fe”. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? ¿Hace falta alargar más esto que es harto evidente?

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