¡DESAFORADA AUTOLATRÍA!
A juzgar por el desorden establecido en nuestro país, la decadencia se
nota en la mala praxis en las tareas de nuestras autoridades, por inútiles o
por cómplices, alimentado por la falta de reclamo firme de la sociedad, que no
atina a desperezarse de su “beata somnolencia”.
Vemos diariamente que el país se precipita
en el abismo de la nada, que literalmente se incendia, pero aun así, soporta engaños,
fraudes y todo tipo de tropelías cometido por funcionarios públicos y demás
autoridades que nos prometen vida feliz en democracia, al tiempo que cada vez
más nos hunden en la desgracia.
“La decadencia es ya pestilente, con
nuevos “millonarios” que aparecen todos los días, con ladrones que ostentan
impunemente la riqueza que le roban al Estado. Y lo peor de todo es que los
paraguayos ya no se asombran, ya no se escandalizan ni reaccionan, y toman
estas aberraciones como si fueran normales”. (cfr. Héctor Farina -.Enfoque
Paraguay –domingo 16.09.2007).
Esta nueva moral que la criatura construye prescindiendo de Dios, las
más de las veces acaba siendo como la de los paganos, “un espléndido vicio”,
una vestidura seductora, con que el egoísmo humano trata de cubrir su desnudez.
Con ella se puede “justificar” incluso el asesinato de la vida inocente como
sucede, de hecho, en la práctica ya generalizada y legalizada del aborto.
Los hombres con síndrome de diocesillo, que se rebajan en esta
cuestión viven una justicia victimatoria, construida sobre los cadáveres
invisibles, pero reales, de los abortados. Matar es pecado aunque se lo endulce
o maquille con eufemismos. Una realidad no se cambia por el hecho de
“etiquetarla”, dirá Carlos Díaz.
El pensamiento “progresista” de tantos políticos “representantes” del
pueblo, parece aceptar este despropósito: “Nada
se reprima, la autorrealización es la meta. Lo positivo que hay en cada hombre
es “material autorredimible”. La salvación está dentro de cada hombre. Los
sueños tienen más valor que la Palabra de Dios”.
Pero, cuidado señores que se creen gerente
general del mbareté-pokaré, en Isaías leemos unas palabras que parecen
pronunciadas hoy mismo: ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien
mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas! (Is.
5,20)
El justo defenderá siempre sólo el matrimonio entre varón y mujer, el no al aborto, el no al robo, es decir, defenderá la honestidad, el patriotismo y el respeto,
siempre y en todo lugar, a pesar de los moralmente enanos, de los transnochados
y pedantes que se dan de “juristas intelectuales” y de ciertos medios de prensa
que manipulan la opinión pública, presentando a los defensores de la verdad
como reaccionarios, medievalescos, retrógrados vaticanistas, etc.
Es, por tanto, absolutamente necesario y urgente, redimirse de los
malvados actos cometidos por los que sufren la patología de “síndrome de
diocesillo” y “dueños del poder”: arrepiéntanse y no queden simplemente en el
remordimiento. El proceso se inicia con reconocer humildemente las debilidades
humanas, solicitar el perdón de Dios y seguir adelante.
Cabe tener en cuenta la
frase que José María Escrivá de Balaguer nos deja como tarea insoslayable: “Ahogar
el mal en abundancia de bien”.
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