Prepotencia
de un Pretor Paraguayo (PPP)
El diputado
Óscar Tuma (ANR) defendió la contratación de su cuñada como su asistente en el
Congreso. Al justificar su actitud, señaló que “en mi trabajo no acepto
sugerencias”. “Si no te gusta, te aguantás y te jodés”, manifestó. (ABC
15.10.13)
“Tengo
derecho a ponerle a la persona de mi confianza. Cada diputado tiene la
posibilidad de instalar a dos personas y una de ellas es mi cuñada. Y si no te
gusta, se acabó”, sostuvo. Al ser requerido respecto a que está
incurriendo en una falta al no llamar a concurso, señaló que ello sería una “ridiculez”.
Justo es decir que éste ejemplar no es único. Un legislador
ha dicho quejumbrosamente: “abundan las campañas de desprestigio contra los
miembros del Congreso”. ¿Hace falta campaña en contra de fauna congresil?.
Ellos, quienes actúan como si fueran “ente superior”, se desprestigian solos,
gratuita y superlativamente.
Actuar con prepotencia desde el cargo al servicio del pueblo
es una de las miserias del ser humano. Es una verdadera lástima que personas de
esta ralea, van volviéndose hábiles en cambiar de careta, conforme al ambiente,
personas y propósitos: ¡qué triste habilidad!, dirá el Hno. Joemar Hohmann, en
su libro “Protección”, p. 92.
Es por esto y por muchas otras más, que arrecian críticas
contra nuestros “representantes”, pues las constantes “farras y forros” de
diputados y senadores, los hacen despreciables ante los ojos del pueblo decente.
“En el diario Vanguardia del 15.10.13 se lee: “Los
congresistas que son los responsables de legislar son los que primero
desconocen las normas más elementales de la función pública. El dinero público
es de los ciudadanos, es lo que al parecer la mayoría de nuestros políticos no
entiende o no quiere entender. El haber ganado una elección no los convierte en
emperadores ni dueños de los bienes públicos….Mientras, los caciques sigan
creyéndose propietarios de los bienes públicos y nadie reaccione para exigir
respeto a los contribuyentes, seguiremos por mucho tiempo lamentándonos de la
corrupción, de las calles en mal estado, del pésimo servicio en los hospitales,
de las escuelas que se caen a pedazos, mientras los sinvergüenzas ocultan la
información para hacer groseras ostentaciones de su riqueza mal habida con el
dinero público”.
No es ninguna novedad lo afirmado precedentemente. Quizá sea
hora que los ciudadanos despertemos de nuestra “beata somnolencia”, para exigir
a estos que dicen servir al pueblo, cumplan su tarea, al menos, con algo de
ética, vocablo tantas veces pronunciado por ellos, aquí y allá.
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