lunes, 7 de octubre de 2013

LOS “SIETE” PECADOS CAPITALES (I)


LA SOBERBIA

En casi todas las listas de pecados, la soberbia (en latín, superbia) es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de hecho, es también la principal fuente de la que derivan los otros.
Según la Biblia, este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual que Dios.

Se define como la sobrevaloración del Yo respecto del otro. También se puede definir la soberbia como la creencia de que todo lo que uno hace o dice es superior, y que se es capaz de superar todo lo que digan o hagan los demás. También se puede tomar la soberbia en cosas vanas y exaltada prepotencia. Otros sinónimos son: altivez, arrogancia.

Un patético caso de soberbia es la actitud - por ejemplo - del actual titular del Senado, Julio Cesar Velázquez al ser insistido sobre un pedido a la Dirección de Recursos Humanos sobre la cantidad de funcionarios con que cuenta la Cámara Alta, sentenció que Última Hora no le marcará las pautas y que responderá al informe cuando le dé la gana.

El anterior presidente del Congreso, Jorge Oviedo Matto, del Unace, tampoco informó sobre la cantidad de funcionarios. Es más, dispuso una resolución de que solamente con su autorización se podía acceder a documentos de la Cámara Alta. Esa medida se había levantado, pero aún hay resistencia de informes a la prensa. (UH 28.09.13).

Y la lista de soberbios de nuestra fauna guaraní es extensa. No se limitan solamente a los políticos – de por sí, salvando las consabidas excepciones – constituyen verdaderos pretores, de este ignorante y empobrecido país, precisamente por culpa malos políticos – en gran medida.

Estos son nuestros políticos que en campaña electoral prometen el oro y el moro, se llenan la boca de falsas promesa, nos hablan de libertad, justicia y democracia, mientras más nos hunden en la miseria y en la desgracia. Estos son los “modernos pilatos”, quienes matan a la verdad y ensalzan a la mentira y sospecha, sobre derechos de información que todos los ciudadanos tenemos.

Unas veces se disfraza de sabiduría, de lo que podríamos llamar una soberbia intelectual que se empina sobre una apariencia de rigor que no es otra cosa que orgullo altivo.
Otras veces se disfraza de coherencia, y hace a las personas cambiar sus principios en vez de atreverse a cambiar su conducta inmoral. Como no viven como piensan, lo resuelven pensando, cómo viven. (Por ejemplo, la conducta del intelectualoide)

También puede disfrazarse de un apasionado afán de hacer justicia, cuando en el fondo lo que les mueve es un sentimiento de despecho y revanchismo. Se les ha metido el odio dentro, y en vez de esforzarse en perdonar, pretenden calmar su ansiedad con venganza y resentimiento.

Tampoco faltan quienes se disfrazan de generosidad, de esa generosidad ostentosa que “ayuda” humillando, mirando a los demás por encima del hombro, menospreciando.
Otros disfrazan su soberbia con afán de enseñar o aconsejar, propio de personas llenas de suficiencia, que ponen a sí mismas como ejemplo, que hablan en tono paternalista, mirando por encima del hombro, con aire de superioridad.  Y la lista puede seguir……..

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