LA PEREZA
Se entiende por pereza la negligencia,
tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados, que procede de la
repugnancia ante el esfuerzo que el cumplimiento del deber. Perezoso no es sólo
el que deja pasar el tiempo sin hacer nada; sino también el que realiza muchas
cosas, pero rehúsa llevar a cabo su obligación concreta: escoge sus ocupaciones
según el capricho del momento, las realiza sin energía, y la mínima dificultad
es suficiente para hacerle cambiar de trabajo.
El perezoso es incapaz de realizar un
trabajo continuo, metódico y profundo, y por eso, le impide acabar con
perfección lo que ha comenzado. Descripción del perezoso: pasa el día entre
dormir, sestear y descansar (cfr. Prv 6,10), quiere y no quiere cumplir su
obligación (ib. 13,4) porque todo le parecen dificultades (ib. 15,19), y así
inventa excusas increíbles.
Acedía o pereza espiritual. Es la pereza
que hace referencia a las obligaciones del hombre con Dios. Acedia,
etimológicamente significa descuido, negligencia, tedio. Los
Padres de la Iglesia trataron a menudo del tema, por ser frecuente entre monjes
y anacoretas; S. Juan Crisóstomo la llama «terrible demonio del medio día,
torpor, modorra y aburrimiento»
Santo Tomás define la acedia como «la
tristeza y la abominación o tedio del bien espiritual y divino»; es una
flojedad que conduce al abandono en la vida espiritual, por las dificultades
que lleva consigo.
La acedia es un pecado contra la
caridad. El efecto de la caridad es alegrarse de las cosas de Dios, mientras
que el de la acedia es entristecerse de los bienes divinos; por eso es un
pecado mortal.
En pocas palabras, el Señor pinta un
cuadro de la acedia en la parábola de los talentos (Mt 25,14-30): el mal siervo
quiere disculpar su pereza -no haber hecho fructificar los dones recibidos-,
acusando a su Señor de excesiva severidad, pero de nada valen sus excusas, y ha
de oír el juicio que merece su acción: «Arrojadle a las tinieblas exteriores,
allí será el llanto y crujir de dientes».
Por eso, se puede decir que la acedia es
el primer obstáculo para alcanzar la santidad, porque hace abandonar la lucha
ascética, rechaza todo tipo de ayuda y se dispersa en la búsqueda del placer
sensible: es el principio de la tibieza.
Causa y gravedad de la pereza. Aunque la
acedia es el tipo de pereza más grave, también la negligencia en los deberes
humanos es un pecado, que casi siempre se encuentra en la base de la anterior.
En los adolescentes, es frecuente la
tentación de abandono de las obligaciones y el temor a soportar esfuerzos que,
en sí mismos, son normales: es el tiempo en que despiertan, y aún no se han
consolidado, las fuerzas de la razón, la libertad y la responsabilidad.
Normalmente, sin embargo, su responsabilidad moral todavía no es plena; y
necesitan, de modo especial, que se les ayude con la corrección y el estímulo. (Fuente:
Catholic.net)
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