LA AVARICIA
La avaricia es el afán o deseo
desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. La codicia,
por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer
atesorarlas. (Catecismo de la Iglesia Católica - CIC)
La codicia (o a veces la avaricia) se
considera un pecado
capital,
y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un vicio. En efecto, al
tratarse de un deseo que sobrepasa
los límites de lo ordinario o lícito, se califica con este sustantivo actitudes
peyorativas en lo referente a las riquezas. Eclesiástico, Cap. 14-6 La avaricia y la envidia.
La codicia es un término que describe
muchos otros ejemplos de pecados. Estos incluyen
deslealtad, traición deliberada,
especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar.
Búsqueda y acumulación de objetos, estafa, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o
la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados
por la avaricia. Tales actos pueden incluir la simonía.
La avaricia es
—como la lujuria y la gula— un pecado de exceso. Sin embargo, la avaricia se
aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular. Tomás de Aquino
escribió que la avaricia es «un pecado contra Dios, al igual que todos los
pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas
temporales».
La frase más famosa que hay en la
Biblia acerca de la avaricia, es aquella de San Pablo a Timoteo: “Los
que viven llenos de deseos de enriquecerse caen en muchas tentaciones, en
trampas del demonio, en muchas codicias imprudentes, que hunden a l.as personas
en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el
exagerado deseo de ser rico, y algunos al dejarse llevar por ese mal deseo, perdieron
la fe y se atormentan con angustias”
(1ª Timoteo 6-9).
Los “hijos” de la avaricia son el hurto,
el fraude, la mentira, la inquietud, la violencia y el endurecimiento del corazón
contra la misericordia. La virtud que vence a la avaricia es la generosidad.
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