martes, 15 de octubre de 2013

RAZÓN O EMOCIÓN


Pensar antes de actuar

En el diario ABC color del 14 de Octubre de 2013, se lee: “Discusión por un perro termina en tragedia. Dos vecinos de Pa’i Ñu, ciudad de Ñemby, protagonizaron una pelea con armas blancas en la tarde del domingo, la cual terminó con la muerte de uno de ellos. La discusión se inició por un perro”.

De momento, dos cuestiones que hacen parte de nuestra dolorosa realidad:

1º. Los animales deben estar en casa y bien cuidados. Perro, chancho, vaca, entre otros animales, adornan desde siempre – y al parecer para siempre – calles, plazas, incluso, templos, sin ningún tipo de inconvenientes. Esta rutina pinta de cuerpo entero, por un lado, baja civilidad de nuestra gente, por ignorancia o prepotencia – o por ambas razones, y;

2º. Indiferencia o pusilanimidad de las autoridades, quienes han prometido cumplir y hacer cumplir las leyes. ¿Por qué no se aplican sanciones a los infractores?.

Si el perro en cuestión estaba en casa y no en la calle, se hubiera evitado una muerte tan estúpida. Pero dadas las circunstancias, pudiéramos preguntar ¿vale la pena morir o matar por el episodio señalado?

El descontrol de las emociones hace vivir una vida mediocre. Probablemente en su defensa, el matador dirá para sí, para los familiares y para el Juez: “le maté porque su perro era un peligro para la gente”. Irá a prisión un buen tiempo. ¿Vale la pena ir a la cárcel por lo que hizo? Nada hubiera sucedido si controlaba sus impulsos. Culpar al estado de ebriedad tampoco es argumento válido.

Si miramos a nuestro alrededor veremos en qué espantosa confusión se encuentra el mundo. Está el pobre que tiene muy poco para comer, que carece de días festivos y debe trabajar día tras día, de la mañana a la noche, mientras otros acuden al club en lujosos automóviles y allí se divierten.

Esa es la vida, están el pobre y el rico, los enfermos y los que gozan de buena salud, los tienen un trabajo y lo que no, los ignorantes y prepotentes y los que tratan de vivir respetuosa y ordenadamente, en fin, en todo el mundo hay guerras, desdichas, toda clase de infortunios.

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