lunes, 21 de octubre de 2013

PARAGUAY… ¿Pobre Angá?


Violado, humillado, golpeado,  por sus propios Patrio-teros

Esta semana el país fue sorprendido por un terrible “tsunami” que desempolvó (confirmó) lo que todos sabíamos kurí: “Que el Estado es nomás loo corrupto, porque entre otras lindezas, “fagocita” alrededor del 95% de presupuesto general de gastos de la nación.

Esta práctica de larga data era conocida “sotto voce”: funcionarios públicos de cierto rango, de aquí y de allá, han cargado instituciones del Estado de compadres, parientes, chongos y demás planilleros, inflando innecesaria y desesperadamente el gasto, que todos pagamos.

¡Pobre angá Paraguay!, traicionado, vilipendiado, rifado y aplastado por sus propios hijos (IPS, Congreso Nacional, Gobernaciones, Municipalidades, entre otros, como por ejemplo, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) donde el 87% del funcionariado es administrativo, mientras que solo el 13% es personal técnico enfocado al agro.(UH 20.10.13 p.8).

Al punto surgen preguntas: ¿Interesa realmente a autoridades quienes asumieron libremente el cargo, la salud, la educación, el bienestar, el bien común, la justicia y la decencia de los que vivimos en este suelo patrio? ¿Les importa la casi nula credibilidad del pueblo hacia ellos? ¿No viven enriqueciéndose en este mismo país, ellos, mediocres funcionarios y malos políticos, quienes nos hablan hasta el hartazgo de democracia, mientras más nos hunden en la desgracia?

El colmo se da cuando acceden a los medios de información - donde no debieran tener espacio, porque, ¿qué tiene que decir un corrupto? – y se declaran victimas de atroz campañas de desprestigio. ¿Necesita esta despreciable fauna alguien que los desprestigie, cuando ellos mismos ventilan desvergonzadamente sus faraónicos pecados?

Y hablando de pecados: ojalá quienes se arrodillaron – (también quienes no) ante Nick, el predicador australiano - y tengan en su haber cuentas con la justicia, con el pueblo y con su conciencia (si todavía la tienen), provoque el siguiente resultado: Devolver y reparar todos los daños causados – cuatro veces más, como Mateo, recaudador arrepentido – al pueblo quebrado, enfermo y saqueado por quien deberían velar, y a quien dicen servir.

El chiquero y la hediondez no tienen la última palabra. La parábola del hijo pródigo es diáfanamente esperanzadora. No importa cuán hundido estén en el fango del pecado, no importa que tan bajo hayan caído, incluso, al nivel de aborto social, ¡no importa!. Sí, importa y mucho, querer cambiar!

La revolución personal – dirá Mounier - es el proceso que nace en el mismo instante en que se toma conciencia de la falla y se decide mutar radicalmente los malos hábitos y costumbres, como lo hizo el hijo pródigo. Mientras tanto, propongo humildemente, recordar a políticos, parlamentarios, funcionarios públicos esta realidad: están viviendo en Paraguay, aunque, por la grosera ostentación que hacen gala, parecieran ciudadanos residentes en Dubai o en Mónaco.

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