miércoles, 23 de octubre de 2013

“LA CULTURA DEL DAR”


Reflexión

El relato evangélico presenta la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. (Lc. 16.19-31). Aunque el nombre del rico no se menciona en el relato, se le llama el rico “Epulón” y muchas personas creen que ese es su nombre - y hasta lo escriben con mayúscula. Lo cierto es que Epulón es un adjetivo que significa: “hombre que come y se regala mucho”.

La parábola, con cierto aire escatológico (final de los tiempos), nos muestra el contraste entre un hombre rico que gozaba de banquetear y darse buena vida, y un pobre mendigo que se acercaba a la puerta de la casa del rico con la esperanza de comer algo “de lo que tiraban de la mesa del rico”. De la lectura no surge que el hombre rico fuera malo.

Tan solo que era rico y que disfrutaba de su riqueza (que de por sí no es malo), lo que nos da a entender que ponía su confianza en esa riqueza y de nada le sirvió, a juzgar por el final que tuvo. Hoy nosotros debemos preguntarnos, ¿hay algo que alguien pueda decirnos (aún con el dramatismo de la aparición de un muerto resucitado) que añada algo al mensaje de Jesús?

La Palabra, válida para el creyente y no creyente, como el pasaje de hoy, nos interpela, nos llama a hacer una opción, recordándonos que para nosotros también habrá un juicio. ¿En qué o en quién vamos a poner nuestra confianza? ¿En nuestra fuerzas, nuestras capacidades, nuestras habilidades, nuestras posesiones materiales? ¿O, por el contario, vamos a poner nuestra confianza en nuestro Señor y Salvador y seguir sus enseñanzas?

Así las cosas, tres pecados podríamos señalar a Epulón:

1º) Ignorancia: Epulón “ignoró” al pobre lázaro, mendigo, “arriero peró”, gente de poca monta, incluso, indeseable, etc.

2º) Indiferencia: Opuesto al Amor. Que ni siquiera es odio, pues quien odia, recuerda con desagrado al odiado. El indiferente, ni  aun, eso.

3º- No tuvo en cuenta el “Kairos” que significa, “tiempo de Dios”, que no es el tiempo cronológico del hombre. Jamás tuvo en cuenta que el Jefe y Maestro dijo: “Estén despiertos, vigilantes, porque vendré como un ladrón         

Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la  tentación final del combate en la tierra: pide la perseverancia final: “Mira que vengo como ladrón. Dichosos el que está en vela, despierto” (Ap. 16, 15).

Independientemente de que crea, guste o disguste, esta realidad nos alcanzará a todos. Lo prudente es tomar nota del aviso, para no lamentar dolorosamente,  demasiado tarde.

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