¿Cómo?
Mucha tinta ha corrido sobre la tan anhelada felicidad. El anhelo profundo
de todo el mundo es ser feliz. El problema está, creo, en cómo conseguirlo. En
demasía, el concepto de felicidad, está asociado con el disfrute de los
placeres.
Sabido es que los placeres no hacen feliz al ser humano. También se sabe
que disfrutar de los placeres - rica comida, escuchar buena música, pasear a
orillas del mar, una relación sexual (hoy, en cualquier parte, a cualquier hora
y con cualquiera), una buena película, etc., provoca pasajero bienestar.
En consecuencia, los placeres son partes o elementos de la felicidad. Si
disfruto de un determinado placer hasta volverse rutinario, por el mecanismo
del hábito, el placer va ir perdiendo el valor del placer.
“A mí me gusta mucho el flan y
disfruto comiéndola; pero si tomo flan para desayunar, a medio día y para cenar
también, es fácil que después de unos cuantos días, el flan deje de producirme
esa sensación agradable….ya no me producirá ningún placer comer flan; y hasta
es posible que llegue a repugnarme”. Expresa Iñaki Guerrero en su libro
“Coraje de ser libres” p. 13. Y agrega:
“Si alguien se empeña en buscar la
felicidad en los ellos (placeres), acabará hartándose poco a poco de cada uno
de ellos, o puede generar una adicción que empuje a aumentar la dosis para
sentir el mismo efecto, el cual, lejos de de dar satisfacción, producirá
desagradable sensación de esclavo de ese placer, que en el fondo no llena”
(Cfr. p. 14)
La enseñanza podría extenderse a gente adicta a ciertos “atolondrados
placeres”, como por ejemplo, la molestia que causan las desagradables
“discotecas ambulantes” en las madrugadas de cualquier día, perturbando la
tranquilidad y el derecho al descanso de personas decentes.
Surge la inevitable pregunta: ¿Es realmente feliz el idiota que, con
ruidos, atenta contra sus propios tímpanos?. La respuesta no se hace esperar: Nadie es feliz siendo esclavo de su propia
estupidez. De lo dicho se desprende
el siguiente axioma: “La satisfacción de un puñado de imbéciles,
no puede sustentarse en el sufrimiento de gente honesta”
En cuanto ciudadano paraguayo, anhelo un país próspero, culto y decente.
Para ello, hace falta urgentemente, huir lejos tantos males que nos aquejan:
ignorancia, prepotencia, pó karé y
demás “perlas” que nos esclavizan. Satisfacción no es felicidad. Felicidad es,
en términos sencillos, conseguir paz interior (la paz de Cristo), que nos hará
superar incluso, las desgracias que podamos sufrir, en virtud de nuestra
pecaminosa naturaleza.
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