sábado, 28 de noviembre de 2015

MENTIRA Y PODER:

¿CARAS  DE LA MISMA  MONEDA?

La mentira y el engaño han sido siempre familiares a la cultura del poder. El arte de mentir y la estrategia de desmentir han constituido históricamente todo un sabio proceso de aprendizaje, eminentemente práctico, para todo gobernante. (cfr. F.Javier Blázquez-Ruíz Estrategia de poder. p 39)

Hay palabras tan prostituidas que se torna muy difícil definirlas con exactitud. Son términos cuyo sentido ha sufrido complicada metamorfosis. Así las cosas, ¿qué significa hoy poder, mentira, democracia, libertad, verdad o política?.

La política partidaria como actividad civil está desacreditada, despreciada, adulterada, porque que la mentira que encarna es cada vez más insostenible. Cuando, por ejemplo, se dice que la movilización de un determinado sector social, de una medida de fuerza, etc., que eso es político, dando a entender que es algo, sucio, tramposo o torcido ( karé).

Maquiavelo, en el célebre ensayo El Príncipe, advertía sin ambage alguno: “Los hombres son tan simples y se atan a la necesidad hasta tal punto que el que engaña con arte, halla siempre gente que se deje engañar” (p. 40).

El ser humano tiene la capacidad infinita de inventar, de reinventar, de distorsionar, y, por supuesto, de mentir. En ocasiones, el hilo entre la invención y la mentira es muy tenue, tanto que con frecuencia la inteligencia es capaz de volverlo invisible y de deshilacharlo para que sea imposible saber dónde empieza una y dónde termina otra. Una mentira escrita en millones de libros escolares se convertirá pronto en verdad. (Arnoldo Kraus. La Jornada – 25.10.08)

Necesitamos la ficción de 'el pueblo' en la democracia para garantizar la legitimidad de aquellos que afirman representarlo", dice el autor de  The Virtues of Mendacity Martín Jay, destacado historiador de la intelectualidad. La mentira en la política: la herramienta fundacional de las jugarretas del poder.

"No quiero aparecer como defensor de la mentira como una práctica por defecto en política o en otro ámbito, ya que la mentira solo funciona cuando asumimos que la mayoría de la gente en primer lugar es confiable. Dicho esto, diría que en determinadas circunstancias, decir la verdad no es lo mejor", confiesa.

Para explicar esta posición, el experto en cultura intelectual toma como referencia la propia naturaleza del debate en política. "Si entendemos la vida política como inherentemente conflictiva y competitiva, incluso antagonista a veces, no podemos esperar total honestidad en las relaciones entre aquellos que compiten por el poder, que se tratan mutuamente de forma estratégicamente manipuladora".

Visto así, el "pueblo" es una especie de mentira benigna, que "permite evitar la consecuencia incluso peor de otorgar el poder soberano a otras instituciones o figuras –Dios, un rey, el gobierno de “los sabios”, una elite tecnocrática– cuyas aspiraciones también podrían demostrarse como basadas en falsas premisas". Una mentira, entonces, benigna o no, constituiría el mito fundacional de la política democrática.

En última instancia, tal y como evocaba J. Bergamín (Teorema BCN p.136): La mentira no es propiamente un error, sino un desdoblamiento de la verdad misma…” (40)

¡Cualquier semejanza con nuestra realidad guaraní…es pura coincidencia

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