¿A QUIEN VOTARÉ?
Arrecian
imparables promesas de cambios, prosperidad y felicidad por parte de distintos
candidatos a intendencias y concejalías aquí y allá. No faltan quienes sin pizca de rubor, se consideran la mejor opción para ocupar con dignidad servir al pueblo y a la patria.
Cacarean con
frecuencia sobre valores que en teoría aceptan, y luego, en la práctica los
rechazan. A solo dos semanas de las elecciones no he oído a ningún candidato prometer
erradicar dos males menores que azotan a la población: (a) Polución sonora y (b) cumplimiento de
simples reglas de tránsito vehicular.
Si estas ínfimas demandas
no les importan, ¿por qué debo creer que cumplirán con obligaciones más difíciles
como mejorar la educación, salud, seguridad y creación de fuentes de trabajo? ¿Qué
garantías de cumplimiento me ofrece el candidato si algo fácil, como los dos puntos
que he mencionado, tan siquiera me plantean como solución?
Es que las
generaciones se equivocan en su elección, de la escala axiológica y ejemplo de
aberraciones individuales y colectivas no han faltado desde que el mundo es
mundo: Un colectivo (mayoría) eligió a Barrabás y no a Jesús; otro a Hitler antes que a la entera humanidad; un
individuo de nombre Judas prefirió el dinero al Amor. (cfr. Carlos Díaz –Ilustración
y Religión p. 72)
Ante la hipocresía social en la que estamos sumidos y sumado a la liliputiense
estatura moral de muchos políticos, me pregunto a ¿quién votaré?.
¿Cómo sé que no ocurrirá algo similar a lo que lee en el diario Abc color
14.set.2015: “Pagamos
hasta a amantes de políticos, afirma abogada. Los
paraguayos con nuestros impuestos estamos pagando a “planilleros, operadores,
amantes, chongas y familiares de los políticos”, afirmó ayer Kattya González,
presidenta de un gremio de abogados, consultada sobre el gasto de más de G.
2.000 millones que hará la Justicia Electoral en el envío de una delegación de
funcionarios para inscribir a paraguayos en el exterior”. “Esto
es un chanchullo más de los políticos. Pagamos los afectos no solamente
oficiales sino extraoficiales de muchos políticos”, agregó González.
“Pero, como a
todos nos llama la esperanza en el horizonte se ha encendido una gran hoguera
de esperanza. Y todos los hijos de esta noble nación estamos convocados a
participar en esta apremiante empresa de bien común.
Tenemos que
comprometer en ella nuestras mayores y mejores energía, sin retaceos ni
titubeos. Porque la salud de la patria es suprema ley; y ante su llamado
imperioso todo ciudadano es hombre público, decía Marco Tulio Cicerón.
Por otra parte,
nuestro pueblo está duramente acostumbrado a malos hábitos de pereza y de
codicia que le han vuelto torpe y reacio para el esfuerzo sostenido y el
trabajo honesto. Nuestra moral privada y pública se ha vuelto muy raquítica y
en nuestra sociedad actual, lastimosamente, hay fuerzas deletéreas (mortíferas,
venenosas) que como vampiros succionan la vitalidad moral y religiosa,
seguridad y defensa de otros tiempos”. (cfr. S. Núñez - Sociedad y Política, p.146).
No olvidemos
apoyar nuestras esperanzas en la roca imbatible de la Esperanza que viene de lo
Alto. Porque si “Dios no edifica la ciudad, en vano trabajan los que en ella se
fatigan”. (Salmo 127, 1).
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