viernes, 27 de noviembre de 2015

DOMINIO Y PROTECCIÓN CONTRA LA MALA LENGUA

 URGENTE  Y  NECESARIA  VIRTUD


La lengua es uno de nuestros miembros que requiere de especialísimo cuidado, porque, aunque muy pequeña, las consecuencias de no saber controlarla pueden ser destructivas.

La Biblia dice en Santiago 3:5 "Así también la lengua es un miembro muy pequeño, del cuerpo, pero se jacta de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse a causa de un pequeño fuego!"

Con ella maldecimos o bendecimos a una persona, o mentiras, calumniamos, o por el contrario, edificamos, instruimos, corregimos, es decir, tiene muchas funciones y lo más fácil es dejarse llevar por la corriente del "Todo el mundo lo hace", y hacer el mal. Pero también podemos obtener "Dominio propio". Ya sabemos que la palabra tiene poder.

El apóstol Santiago nos instruye diciendo que mantengamos un estricto control sobre nuestra lengua, es decir, no permitir que nuestra lengua expulse todo lo que atropelle a nuestra mente. Hace falta controlar el ardiente deseo de abrir la boca para dañar.  El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias. (Proverbios 21:23)

Por consiguiente, quien tiene lengua calumniadora, no tiene un corazón humilde y amable. Así las cosas,  hemos de hacer un gran esfuerzo para no dar “rienda suelta” a la lengua. Si no controlamos nuestra lengua, no tenemos el control de nuestro cuerpo por lo tanto no podemos tener control sobre las demás situaciones de nuestra vida.

Recordemos que en lo que decimos reflejamos lo que somos, por aquello de que de la abundancia del corazón habla la boca. "Porque todos cometemos muchos errores. Ahora bien, si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo" (Santiago 3:2)

No olvidemos que la lengua nos hace responsables del juicio. Una fuente no derrama dos tipos de agua, una planta de una especie no produce fruto de otro tipo; una fuente de agua salada no puede producir agua dulce. (cfr. Santiago 3: 11-12).

Palabra decente y edificante es el verdadero fruto de un corazón santificado. Si vamos a tener una actitud en nosotros como hubo en Cristo (Filip. 2:5), entonces no debemos esperar para oír maldiciones, mentiras, jactancias y los insultos de la boca de un verdadero cristiano. No palabras indecentes, conversaciones necias ni chistes groseros. Haya más bien acción de gracias. (Ef, 5:4). 

El nombre Satanás -o Satán- deriva del latín, y éste a su vez del arameo  «adversario, enemigo, acusador».

El hecho de que seamos cristianos, no significa que todos van a hablar bien de nosotros. Si deseamos que así sea, hagamos la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué quiero que hablen bien de mí? Es importante responder la pregunta para que no nos afecten las calumnias.

Cuando las personas estén diciendo mentiras, en vez de sentirnos frustrados, mejor recordar las palabras del Señor Jesús, cuando dijo: “Bienaventurados cuando por mi causa los calumnien y persigan, y digan toda clase de mal contra ustedes, mintiendo. Alégrense, porque vuestro premio es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas. (Mt. 5,11-12)

Las calumnias se inventan por envidia, para desacreditarnos, perder empleos, mejores puestos, oportunidades, u otro tipo de beneficio. Entonces, ¿qué podemos hacer para blindarnos o mitigar el daño?. No depende de nosotros lo que digan los demás… 

Pero, SÍ, está en manos de cada uno de nosotros que lo que se diga no sea verdad. Por tanto, que nuestra conducta sea honesta e íntegra. Así la calumnia no nos dañará. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario