martes, 10 de junio de 2014

HOMBRE FRÁGIL….

¿Característica del increyente terrícola posmoderno?

Así como la razón clausuró algunas vías de la fe, la posmodernidad, en virtud de la crisis producida al hombre, abrió otros caminos para contrarrestarla. Ya decía Blás Pascal: <El corazón tiene sus razones que la razón no conoce>. No es raro, por tanto, la aparición del hombre superficial, de creencias frágil, es decir, del hombre “light”, dirá Enrique Rojas, psiquiatra español.

Puesto que el individuo posmoderno es dispersión en la superficie de su vida, obedece a lógicas múltiples y no le preocupa en absoluto la coherencia, frecuentemente prepara él mismo su “cóctel religioso”: unas gotas de islamismo, una dosis de judaísmo, un dedo de nirvana, una migajas de cristianismo; todas las combinaciones son posibles, añadiendo para ser más ecuménico, una pizca de marxismo o un paganismo a medida. (Luís González-Carvajal “Ideas y Creencias del hombre actual” – p. 176)

No es secreto que nadie puede elevarse y trascender como humano sin el Trascendente que es Dios. Así sea éste Buda, Alá, Visnú o La Trinidad. El individuo, cuando elige a su Dios, lo hace sin renunciar por ello a lo demás. La suya es una religión confortable, decididamente alérgica a las exigencias radicales. Todo hombre nacido de mujer es ser religioso.

Hemos visto que la era actual está hecha de desencanto, de sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres. La era narcisista es más suicidógena que la era autoritaria. (cfr. Ideas… p. 184).

Datos estadísticos señalan que en Paraguay, los jóvenes de entre 14 a 27 años se suicidan a un ritmo doble del de hace diez años, triple del de hace veinte. La pregunta ineludible: La fractura de las creencias y de los valores ¿es verdaderamente una liberación, según los posmodernos o  por el contrario, se trata de una catástrofe?. A juzgar por la decadencia moral que atraviesa la sociedad, no hay dudas que la permisividad sin frenos ni barreras, es una falsa libertad que establece el caos.

Si nuestras convicciones y compromisos nos moldean, uno no puede dejar de preguntarse con aprensión, qué clase de sujeto es el que vive en perpetua migración de unas convicciones débiles a otras convicciones igualmente débiles. En mi opinión, la respuesta sólo puede ser ésta: “El sujeto posmoderno se reduce a puro maquillaje, sin identidad personal. No hay ningún rostro verdadero por debajo de su maquillaje que no sea otro maquillaje anterior”. (Ideas y Creencias del hombre actual, p. 185).

No se trata de absorber cantidad de fundamentalismo  religioso cuando se afirma que, sin Dios nadie puede lograr éxito, al menos de forma duradera. La tecnociencia no plenifica al terrícola. Ayuda y mucho, pero no suple al Creador.

Es urgente y necesario saber que si Dios no pasa por la aduana de la razón, no tiene entrada en el territorio humano (cfr.p.186). Cualquier comentario fuera de este razonamiento – al menos para este modesto escribiente – resultará colosal derroche de consideración. 

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