¿Hace del hombre un enfermo de lujo, para luego….?
En el artículo anterior, me había ocupado de la
tragedia social que provoca el suicidio. He aludido a la familia. Hoy, quiera
reflexionar desde la “escuela”. No como culpable, sino como institución que
pueda brindar ayuda para combatir el rostro de la tragedia.
Hace no más de dos semanas hacía alusión al para qué de la escuela, el fin de la educación, y qué tipo de
educando formamos o decimos querer formar?, recordando parafraseando - al muy
por mi estimado – Dr. Carlos Díaz, así:
“Para que todo
siga igual; para que sigamos siendo ciudadanos acríticos; para que siga habiendo el mismo salario mínimo entre
profesionales; para que sigamos diciendo ¡viva Paraguay! Sin saber o sabiendo,
que no es lo mismo el Paraguay de los pocos ricos que el de los muchos pobres;
que uno es el Paraguay y que otro, es el anti Paraguay; y que no basta con
gritar para engañar ¡viva el Paraguay!, como si tuviéramos un Paraguay común…?
¿Para qué? ¿Cuál es el fin que busca la educación?.
No pocos intelectuales, profesores y
padres han reconocido que el “fracaso escolar” es una realidad innegable. Y
este fracaso no es monopolio del Paraguay. Se da en casi todos los países, con
honrosísimas excepciones.
El término académico acuñado cuando se habla de
fracaso en la escuela es el de “fracaso escolar” y, dice Marchesi: “se refiere
a aquellos alumnos que, al finalizar su permanencia en la escuela, no han
alcanzado una preparación básica que les permita vivir de forma autónoma en la
sociedad: encontrar trabajo, organizarse de manera independiente y comportarse
de manera cívica, responsable y tolerante”. (cfr. Revista Acontecimiento Nª 70
p. 19)
Entonces la pregunta surge de manera
incontenible: ¿Por qué muchos con estudios secundarios o terciarios, incluso,
no se diferencian en su conducta cívica de pasotas y analfabetos? ¿Por qué el
modo de expresarse, de escribir y comportarse de un universitario, por ejemplo,
es comparable con un simio recién bajado del árbol?
Parte de algunas conclusiones presentadas por
Juan Ramón Calo, Miembro del IEM:
- La historia de la escuela está llena de luces y
sombras, como producto del ser humano. (…) si queremos mantener a duras penas
lo que la humanidad ha ido conquistando (...) es menester no dejando engañar
por la retórica, hoy de la calidad (..) y construir una narración que de
sentido a la acción educativa.
- No hace falta ser un sociólogo de la educación
para saber que el éxito o fracaso escolar tiene algo que ver con el origen
socio-cultural del alumnado. Tampoco hace falta ser jurista de prestigio para
saber que las leyes que regulan la construcción y distribución del conocimiento
no son expresión de un mero desarrollo epistemológico, sino que están al
servicio….. de determinados intereses.
La educación – dice Mounier – no puede tener por fin
amoldar al niño al conformismo de un medio familiar, social o estatal (…) La
toma de conciencia de la dignidad personal por los alumnos requiere de
profesores no sólo de menor o mayor nivel de profesionalidad, sino que hagan
manifiesta…su convicción de que no hay nada más grande que ser persona… La
tares educativa es una tares ético-política. (Acontecimiento p. 24)
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