viernes, 27 de junio de 2014

EL ROSTRO DE LA TRAGEDIA (II)

¿Hace del hombre un enfermo de lujo, para luego….?

En el artículo anterior, me había ocupado de la tragedia social que provoca el suicidio. He aludido a la familia. Hoy, quiera reflexionar desde la “escuela”. No como culpable, sino como institución que pueda brindar ayuda para combatir el rostro de la tragedia.


Hace no más de dos semanas hacía alusión al para qué de la escuela, el fin de la educación, y qué tipo de educando formamos o decimos querer formar?, recordando parafraseando - al muy por mi estimado – Dr. Carlos Díaz, así:

Para que todo siga igual; para que sigamos siendo ciudadanos acríticos; para que siga habiendo el mismo salario mínimo entre profesionales; para que sigamos diciendo ¡viva Paraguay! Sin saber o sabiendo, que no es lo mismo el Paraguay de los pocos ricos que el de los muchos pobres; que uno es el Paraguay y que otro, es el anti Paraguay; y que no basta con gritar para engañar ¡viva el Paraguay!, como si tuviéramos un Paraguay común…? ¿Para qué? ¿Cuál es el fin que busca la educación?.

No pocos intelectuales, profesores y padres han reconocido que el “fracaso escolar” es una realidad innegable. Y este fracaso no es monopolio del Paraguay. Se da en casi todos los países, con honrosísimas excepciones.

El término académico acuñado cuando se habla de fracaso en la escuela es el de “fracaso escolar” y, dice Marchesi: “se refiere a aquellos alumnos que, al finalizar su permanencia en la escuela, no han alcanzado una preparación básica que les permita vivir de forma autónoma en la sociedad: encontrar trabajo, organizarse de manera independiente y comportarse de manera cívica, responsable y tolerante”. (cfr. Revista Acontecimiento Nª 70 p. 19)

Entonces la pregunta surge de manera incontenible: ¿Por qué muchos con estudios secundarios o terciarios, incluso, no se diferencian en su conducta cívica de pasotas y analfabetos? ¿Por qué el modo de expresarse, de escribir y comportarse de un universitario, por ejemplo, es comparable con un simio recién bajado del árbol?
          Parte de algunas conclusiones presentadas por Juan Ramón Calo, Miembro del IEM:

- La historia de la escuela está llena de luces y sombras, como producto del ser humano. (…) si queremos mantener a duras penas lo que la humanidad ha ido conquistando (...) es menester no dejando engañar por la retórica, hoy de la calidad (..) y construir una narración que de sentido a la acción educativa.

- No hace falta ser un sociólogo de la educación para saber que el éxito o fracaso escolar tiene algo que ver con el origen socio-cultural del alumnado. Tampoco hace falta ser jurista de prestigio para saber que las leyes que regulan la construcción y distribución del conocimiento no son expresión de un mero desarrollo epistemológico, sino que están al servicio….. de determinados intereses.

La educación – dice Mounier – no puede tener por fin amoldar al niño al conformismo de un medio familiar, social o estatal (…) La toma de conciencia de la dignidad personal por los alumnos requiere de profesores no sólo de menor o mayor nivel de profesionalidad, sino que hagan manifiesta…su convicción de que no hay nada más grande que ser persona… La tares educativa es una tares ético-política. (Acontecimiento p. 24) 

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