domingo, 29 de junio de 2014

HABLO MUCHO vs CALLO MUCHO

                                                                         ¿Qué hago?

El hombre es el único animal que bebe sin tener sed; que come sin tener hambre y que habla sin tener nada que decir”, se ha escuchado decir, aquí y allá. No pocas veces soy interpelado – con razón – por mucho hablar y poco callar.

Gran parte del éxito en las relaciones interpersonales – dicen los que saben -se debe a la capacidad de escuchar, más que a la de hablar, pues no pocas veces, el hecho de hablar por demás, está ligado a la estupidez y, paradójicamente, a no tener nada que decir. “Somos dueños de nuestros silencios y no de nuestras palabras”.

Decir palabras correctas en los momentos adecuados es una virtud que particularmente deseo obtener. Saber cuándo y qué hablar, y encontrar el dominio entre la palabra y el silencio es una virtud íntimamente ligada a la sabiduría. ¿Cómo lograrlo?

La capacidad de escuchar es superior a la capacidad de hablar, dicen. De sabios es hablar poco pero con tino y profundidad, mientras invierten mucho tiempo en escuchar, ver y callar. De ahí el refrán: “ver, oír, callar, son cosas de gran preciar”
“Es una necedad y una vergüenza responder antes de escuchar” (Prov. 18,13)

Otro conocido refrán: “En boca cerrada no entran moscas”. Algunas veces es mejor callar, “atornillar” la lengua antes que pronunciar algo indebido o de lo cual podemos arrepentirnos. Aquí el dilema, porque:

Justo es también destacar, que demasiadas veces el silencio supone extrema cobardía y no precisamente sabiduría. Decía el cantante Atahualpa Yupanki: “Le tengo rabia al silencio por lo mucho que me perdí; que no se quede callado quien quiera vivir feliz”.

Es que no pocas personas no hablan por no comprometerse. ¿Cuántos silencios son cómplices de horrendos crímenes?  Sepultar la verdad con el silencio es atentar contra ella; y la no verdad es mentira, y la mentira es pecado capital. ¿Cuántos, se arrepienten por no haber dicho una palabra que podía haber mejorado una situación? ¿Cuántos silencios son traiciones?

Es oportuno, por consiguiente, tomar en cuenta lo que dice el siguiente refrán: “Guárdate del hombre que no habla y del perro que no ladra”, dando a entender que en muchas ocasiones, el silencio puede ser más peligroso que las palabras.

En el día a día de nuestra existencia nos enfrentamos con dilemas éticos de callar o hablar. ¿Cuántos casos de corrupción, robo y otros tipos de inconductas no callamos? También tenemos a flor de piel eso de: “No te metas…te podés complicar inútilmente, ¿qué te importa?, podés  perder tu trabajo y complicarte la vida…” ¿Acaso no vivimos situaciones de injusticia a cada momento… y qué hacemos?  ¿Callamos o hablamos?

El libro de los Proverbios 13, 3 nos recuerda: “Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho, se arruina solo” Pediré brújula divina para pensar la verdad, decir la verdad y vivir la verdad, así pronunciaremos palabras de vida y no, palabras cadáveres. Pero, sin caer en la hipocresía de permanecer siempre callado, para no aportar y para colaborar con eficiencia por permanecer ponciopilatescamente callado.

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