¿Valentía o Imprudencia?
Cuántas personas pasan días y noches
lanzando mentalmente agresivas cargas emocionales – cuando no calumniando -
contra alguien y éste, ni siquiera se entera. Mientras la persona enojada se
consume de rabia contra su prójimo, éste está bailando “en una pata” totalmente
desligada de la “hirviente” enojada.
La inmensa mayoría de las veces no
llegan al interesado los efectos de nuestro enojo y emociones destructivas, en
tanto que estamos siendo lentamente aprisionados y carcomidos por nuestras
propias debilidades. (ejemplo, le digo … no le digo).
El Evangelio aconseja como primera
medida, llamar a la corrección fraterna. El registro bíblico enseña, no callar lo que
consideramos incorrecto. No es tarea fácil. Por tanto, no sería extraño que quien realiza
este acto de amor sea considerado “enemigo” por el que recibió la corrección.
Pero llamar a las cosas por su nombre no significa imponerse con una imagen
inflada de uno mismo para constituirse en monopolizador de la verdad, es decir,
que no soporte a nadie que disienta de su opinión y que cualquier criterio
contrario interprete como actitud personal en contra, pues no debe descartarse
la posibilidad que el “corrector”, esté sinceramente equivocado. Es oportuno
recordar lo que dice San Juan Crisóstomo:
“Cuando te veo vivir…. contrario a la
razón, ¿cómo te llamaré, hombre o bestia?”
“Cuando te veo arrebatar las cosas de
los demás, ¿cómo te llamaré, hombre o lobo?”
“Cuando te veo engañar a los demás,
¿cómo te llamaré, hombre o serpiente?”
“Cuando te veo obrar neciamente, ¿cómo
te llamaré, hombre o asno?”
“Cuando te veo sumergido en la lujuria,
¿cómo te llamaré, hombre o chancho?”
Peor todavía, porque cada bestia tiene
un solo vicio: el lobo es ladrón; la serpiente es mentirosa; el chancho es
sucio: pero el hombre puede reunir los vicios de todos los brutos.”
En la vida son necesarias reglas morales.
Los que rechazan la moral, el “prohibido prohibir”, son hipócritas libertinos.
Ya lo dijo Ortega y Gasset: De la moral no es posible desentenderse. Y un acto
moral verdadero es llamar a las cosas por su nombre, pues el grave problema
actual no radica en aquello de “yo ko no hago el mal”. Mucho peor es, dejar de hacer
lo que se debe, es decir, el bien. Corregir al que se equivoca es amar.
"El mundo es una montaña de mierda dice Mounier. Y lo que
hay que hacer es limpiarla con las manos, pero sin ensuciarse el corazón".... "¿Por qué amar, incluso, a mi enemigo?. Porque el único error en la vida
es no amar".
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