miércoles, 4 de junio de 2014

EL RESPETO DE LA PERSONA HUMANA

Catecismo de la Iglesia Católica (CIC)

Actualmente se habla con frecuencia, aquí y allá, en este foro y en aquel, sobre el respeto de la Persona Humana. Pontifican profesores, políticos, medios de información, etc. Sin embargo, la persona humana es la más vilipendiada en sus derechos. Trabajadores de distintos sectores, empleadas domésticas, profesores sin rubros, entretantos más, viven reivindicando respeto y atención a sus reclamos.

A continuación, algunos puntos del CIC que ayuda a iluminar y esclarecer esta complicada cuestión:

1929. La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada a él: La defensa y la promoción de la dignidad humana “nos han sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la Historia” (SRS 47).

1930. El respeto de la persona humana implica el de los derechos que se derivan de su dignidad de criatura. Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Fundan la legitimidad moral de toda autoridad: menospreciándolos o negándose a reconocerlos en su legislación positiva, una sociedad mina su propia legitimidad moral (cfr  PT 65). Sin este respeto, una autoridad solo puede apoyarse en la fuerza o en la violencia para obtener la obediencia de sus súbditos. Corresponde a la Iglesia recordar estos derechos a los hombres de buena voluntad y distinguirlos de reivindicaciones abusivas o falsas.

1931. El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: “Que cada uno, sin ninguna excepción debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando en primer lugar de su vida, y de los medios necesarios para vivirla dignamente” (GS 27,1).
Ninguna legislación podría por si misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de soberbia y de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades verdaderamente fraternas. Estos comportamientos solo cesan con la caridad que ve en cada hombre un “prójimo”, un hermano.

1932. El deber de hacerse prójimo de los demás y de servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando estos están más necesitados en cualquier sector de la vida humana. “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis “(Mt 25,40).

De aplicar algunas recomendaciones de CIC a nuestro sistema operativo, es decir, a nuestras costumbres, no hubiéramos lamentado tantas inconductas. Todo lo expresado precedentemente es verdad, verdad que ha de ser expresada, aun cuando cause molestia.

Aseguraba con razón Max Muller que: La verdad necesita ser repetida mientras haya hombres que no creen en ella. Y afirmaba Gandhi: “La verdad de unos pocos quedará; la falsedad de millones se dispersará, cual paja seca al soplo del viento”.

Sea el respeto a la persona humana una realidad ya, no simplemente una ineficaz expresión de deseo. 

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