viernes, 20 de junio de 2014

DECÁLOGO DEL MATRIMONIO FELIZ

¿Quién puede ignorarlo….? Y sin embargo…  (I)

Una de las tantas cosas aducidas por muchos como ya hartamente conocidas, son las reglas de comportamiento para no fracasar en el matrimonio. Sin embargo, las estadísticas, aquí y allá, muestran de modo alarmante, la pulverización y dolor de millones de familias fracasadas.

Este modesto escribiente forma parte de esa cantidad de gente que dice saber, pero... curiosamente, con más de treinta y seis años de vida matrimonial, ignora muchas veces, cómo “hacer vida” eso que dice “saber”.

El psicólogo Bernabé Tierno en la revista EL SEMANAL escribió un artículo titulado: Cómo matar el amor. (cfr. Para Salvarte – Jorge Loring, p. 671)

-  Cada día eche en cara a su pareja todos sus fallos.
-  Muéstrese habitualmente malhumorado aunque no tenga motivo.
- No pierda la ocasión de provocar una tormenta aunque el motivo sea nimio.
- No reconozca nunca a su pareja mérito o cualidad alguna. No le alabe nunca.
-  No se muestre satisfecho de los detalles que tenga con usted. Todo es poco.
- No se le ocurra nunca mirar las cosas desde el punto de vista del otro.
-  Flirtee con otra persona para provocarle celos.

Hacer lo contrario de todo esto, es precisamente el decálogo propuesto:

1.-   Antes que la profesión, incluso antes que los propios hijos - y precisamente por el bien de ellos - está el amor de esposos, quienes deben reservarse un buen tiempo.
2.-  Paternidad responsable. Significa recibir los hijos y no abandonarlos.
3.-  Que el hogar esté siempre abierto para familiares y amigos.
4.-  Que en el hogar haya siempre un sitio de honor - como en el corazón- para los padres que les dieron la vida, sin que por ello, rivalicen los esposos.
5.-  Respetarse mutuamente la individualidad y el campo de acción.
6.- Ser con los hijos enérgico en lo esencial – valores – y, flexibles en lo accidental.
7.-  No dramatizar las nimiedades. Simplificar - en lo posible - las cosas trágicas.
8.-  La belleza, el buen gusto y el orden deben ser algo característico del hogar.
9.- Que una sencilla pero auténtica relación con Dios constituya el “norte” del hogar.
10.- Aceptar las limitaciones del momento. Como dice Quoist: «Si no podéis construir el castillo soñado, construid una cabaña. Pero no seréis felices en vuestra cabaña mientras sigáis soñando con el castillo». (Para Salvarte, p 671).

¿Por qué no proponerme, ahora mismo, tomar en serio - ya no en serie - la útil sugerencia?. En quince días, prueba mediante, averiguaré cuál es el resultado. 

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