¿Hace del hombre un enfermo de lujo, para luego….?
Los medios masivos de información nos
recuerdan diariamente la situación calamitosa en que desde hace varias décadas
decae nuestra pobre patria, porque crisis de poder y crisis de civismo, resumen
la larga postración que padece nuestro pueblo. (cfr. Secundino Núñez -“Sociedad
y Política” – p. 27). Aquí la clase política tiene mucho qué decir…
Con tantas riquezas y recursos
naturales, no hay remedio en los hospitales, la educción es chata, no hay
cultura de alto vuelo, pero día a día se acrecientan la mendicidad de los niños
y la inseguridad en las calles….(y finalmente, en cualquier parte).
Y no se trata de poner delante un
contenedor de apremiantes necesidades y plagueos y maldiciones estériles,
porque poco o nada contribuyen, si no se pone “mano a la obra”. Pero ello
tampoco significa que debemos congraciarnos, o cuanto menos hacernos el ñembotavy,
cuando detectamos, una y otra vez, los hábitos viciosos de políticos adornados
con alta concentración del mbareté- pokaré, desidia y
prebendarismo.
Entonces, la sociedad – cada uno como
parte de ella – debe tomar el pulso a nuestros representantes, acompañándoles,
exigiéndoles, para que nuestros desatinados políticos disolutos ya dejen – por
ejemplo - de hacer leyes, (ITV-SOAT…) y días después derogarlas, porque se han
“dado
cuenta” y lo han afirmado públicamente que - había sido ndajé
- tales leyes eran “injustas, inaplicables”, y que se hubiera trabajado mejor.
Así las cosas, es necesario y urgente
que la sociedad, es decir, cada uno de nosotros, “oriente su
mirada hacia hombres más idóneos, de recto juicio, voluntad honesta y manos
limpias, para conducir al pueblo sin desmayo y sin traiciones (cfr. p.37).
Seguiremos inundados en la gran tragedia
mientras no nos sacudamos de nuestra “beata somnolencia”, seguiremos en la
penuria, mientras los usureros del poder se regocijan en la abundancia,
brindándonos idiotizante-neurotizante fútbol mercantil y programas basura de tv:
peleíta de fulanita, demanda contra menganita y demás alienantes pornocultura,
en nombre del “arte, esparcimiento
familiar y diversión”.
Es que el poder político, como droga
alucinante, embriaga y saca de quicio a la razón práctica de tantísimos
“representantes del pueblo”, “Por ello, lo primero es ir al pueblo a
evangelizar su conciencia con verdad robusta y sincero amor de patria. (cfr. p.
34)
Hay que levantar los ánimos abatidos por
el largo abandono y la dura miseria”… como por ejemplo, eso de dar prioridad al
pueblo, limpiando sus hábitos mentales y
arrancando los escombros de su antiguo ethos (carácter común de conducta, modo, costumbre), político (cfr.
p. 37).
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