jueves, 10 de agosto de 2017

CRISIS DE VALORES…

CRISIS  DE PERSONAS  

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¿Qué es valor? Aunque tenemos una idea de su significado no siempre resulta fácil definirlo. Para mi puede significar una cosa y para otros, algo distinto. Por ejemplo, ¿Quién no sabe qué es la felicidad? ¿Quién posee muchos bienes materiales es feliz? Entonces, no todo es fácil definirlo correctamente, aunque así lo parezca.

Unos dirán: valor es lo que vale. Pero, ¿qué es lo que vale y para quién? ¿Un celular de alta gama o la tranquilidad de espíritu? ¿Una fiesta principesca o un recorrido por Tierra Santa?

En casa, un vaso de agua es algo común. No le damos importancia al valor que tiene el agua. Pero, si ese mismo vaso de agua estuviera en el desierto… estoy sediento y deshidratado… ¿no ofrecería todo lo que tengo (dinero, joyas… por un vaso de agua?

En economía, “valor” es un concepto fácil de entender, porque está estrechamente ligado al “precio”. El diccionario dice: valores: son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento   en  función de realizarnos como personas.

Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro. También son fuente de satisfacción y plenitud.

Nuestra sociedad es cambiante, todos los días aparecen cosas nuevas. Existen prácticas generalizadas que ponen en duda normas, morales, de convivencia, de urbanidad y de ética, entre otras. La inversión de los valores humanos nos golpea a todos.

Qué decir de la constante y agresiva propaganda hacia el consumo que impulsa a muchas familias a “vivir por encima de sus posibilidades”, es decir, sobre la base de una deuda voraz, que hace del hombre un consumidor consumido por el consumo que lo consume.

Esa visión antropológica distorsionada había sido perfectamente retratada y criticada por E. Fromm, hace décadas, al referirse al individualismo posesivo: 2El hombre puede ser un esclavo sin cadenas, no se ha hecho más que trasladar las cadenas del exterior al interior del hombre.

Y estas cadenas son mucho más fuertes que las exteriores, porque éstas al menos el hombre las ve. Pero no advierte que las cadenas interiores las arrastra, creyendo ser libre. Puede tratar de romper las cadenas exteriores, pero cómo se librará de unas cadenas cuya existencia desconoce”.

Dice el psicopedagogo Pedro José Gómez Serrano: Desde una óptica se afirma que la ética hoy predominante es una ética indolora y narcisista, que coloca en el centro de todo el logro del bienestar del hombre sin pretender imponerle exigencias morales.

Según  señalaba Gilles Lipovetsky hace varios años: Cuando se pregunta a los jóvenes franceses de entre trece y diecisiete años acerca de lo que les han enseñado sus padres, la mayoría hablaba de esforzarse en los estudios para tener una buena profesión.
  
Sin embargo, el respeto de los principios morales sólo se cita casi nada. Dicho de otro modo, la idea misma de educación moral ha perdido gran parte de su valor, de su legitimidad profunda. ¿Qué queda de ella hoy? Ya no tenemos fe en el imperativo de vivir para el otro, en el ideal moral tradicional del prójimo.

Por eso, valor es aquello que una persona considera importante y deseable, que aporta a su vida personal y colectiva algo que las hace más dignas de ser vividas, más plenas, más consistentes, más dichosas. Nuestros valores nos definen más que ninguna otra cosa y constituyen el “tesoro en el que ponemos el corazón” (Lc 12, 34).



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