lunes, 21 de agosto de 2017

EL SUFRIMIENTO

¿ES  UN  CASTIGO?

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No es necesario poseer inteligencia superior para darnos cuenta que no todo es fácil y agradable en esta vida. Hay cosas difíciles, penosas, angustiantes, dolorosas. Y a pesar de batallar contra esos “males” no siempre conseguimos librarnos de ellas.

Luego, no existe una vida sin dolor. A menudo se suele escuchar que a través del dolor aprendemos a valorar lo que tenemos y a ser más comprensivos con los demás. Pero ¿hace falta sufrir? ¿Nos fortalece realmente?

También existe una gran desigualdad en el sufrimiento de las diversas personas: desde el que casi no ha sufrido hasta el que sufre lo indecible. ¿Existe alguna respuesta a estas diferencias?  Atribuyen a Guardini haber dicho, poco antes de morir: “Cuando esté ante el Señor, lo primero que le preguntaré es ¿Por qué los hombres tienen que sufrir? “. 

El sufrimiento como parte de la vida. Todos hemos sentido alguna vez la enfermedad, la soledad, el fracaso, la humillación etc. Nadie está a salvo del sufrimiento, ni siquiera aquellas personas que se sienten afortunadas. El dolor es inherente al ser humano.

Cuando estamos padeciendo, lo vemos como un mal en sí mismo, sin sentido alguno. Es imposible vislumbrar lo positivo que podemos sacar de él, no podemos comprender el porqué del dolor y del sufrimiento.

Pero, al pasar por momentos difíciles que nos hacen sufrir, reflexionamos sobre nuestra propia vida. Nos sentimos pequeños y vulnerables y esto nos hace ser más sensibles y comprensivos ante el sufrimiento y necesidades de los demás.

Por eso, las actitudes que podemos tener ante el dolor básicamente serían las siguientes:

Aceptarlo. Normalmente ante una mala noticia necesitamos tiempo para aceptarla. Si lo aceptamos con serenidad, nos habremos superado a nosotros mismos. 

Rechazarlo. No podemos pretender negar la realidad: aquello que nos hace sufrir, no existe. Hemos de afrontarlo cuanto antes y tratar de solucionarlo.

Desesperarnos. Es normal que cuando se está sufriendo por enfermedad, falta de trabajo, muerte de un ser querido, etc. se sienta débil y con una profunda tristeza. Es normal por tanto que proteste, llore, grite o se enfade. Desesperarse es mayor problema.

Puede darse el caso que deseemos ayudar a una persona que está sufriendo. y no sepamos qué debemos hacer. Para ayudar, es mejor tratar de escuchar, ponernos en su lugar para comprenderla en su dolor, su temor o su rabia, tratando de aliviar su pena.

El sufrimiento saca lo mejor de nosotros mismos. Por eso, cuando vemos a un amigo o un familiar que está sufriendo, no debemos dudar en ayudarle. Nuestra sola presencia con el amor que le podemos dar, puede hacerle este trance más llevadero.

El sufrimiento conduce a una maduración de la persona. En situaciones extremas hace que nos preguntemos sobre el sentido de la vida y de la muerte, dándonos cuenta que todo tiene un fin y que nuestra vida también.

Es entonces cuando aprendemos a valorar lo que tenemos, dando prioridad a lo que realmente tiene importancia y aprendiendo también a ser más comprensivos y generosos con los demás.

Y las preguntas del por qué sufrir volverán a atacar: ¿es el castigo merecido por alguna culpa?, ¿es consecuencia de la mala suerte?, ¿es causa de mi debilidad física o moral?,  ¿alguien me está dañando intencionalmente?, ¿por qué lo permite Dios?

Pero, si queremos, otras preguntas pueden beneficiarnos: ¿Puedo sacar algo positivo de este sufrimiento?, ¿se trata de una oportunidad para obtener algún bien?, ¿podría beneficiar el proyecto de mi vida?, ¿cómo lo puedo aprovechar para ayudar a los demás?, ¿es un medio para acercarme a Dios?

El solo hecho de hacerse la pregunta incluye ya la aceptación de que puede existir una respuesta y de que, si la hay, esa respuesta podrá ser asumida. No somos condenados a ser sólo alimentos de gusanos.

La esperanza es la virtud por la que aspiramos a la unión definitiva con Dios en la vida eterna. Incluye poner nuestra confianza en las promesas que El mismo ha hecho."La esperanza es el anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre.

“Hay gente que lo tiene todo, en demasía y no es feliz y, sin embargo, no es difícil encontrar enfermos que con una gran alegría dan gracias a Dios por el maravilloso mundo que descubren gracias a su enfermedad”.

Las personas que tienen un sentido transcendente de la vida también se lo dan al dolor y la enfermedad. Su fe les ayuda a llevarlo con más entereza ya que, para ellos, es una forma de estar más unidos al querer divino. Saber sufrir no es masoquismo.

B. Pascal dijo: «Nadie es tan feliz como un cristiano auténtico». El mejor ejemplo lo encontramos en Jesucristo, que experimentó hasta lo indecible el dolor físico y el dolor moral, especialmente en los momentos de su Pasión, para salvar al hombre. 

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