domingo, 20 de agosto de 2017

CRISTO, MEDIDA…

DE NUESTRA CONDUCTA MORAL    (II)

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El tema moral no siempre es abordado de modo claro en su concepción. El primer problema, es la crisis que se observa en la práctica de la vida, en las costumbres y en los valores.

Otro problema es la distinción que se hace entre ética y moral. Ambos son saberes prácticos que tienen por objeto la conducta y la acción humana. Sin embargo, cuando se enfoca la conducta individual en su vida social, se habla propiamente de la moral.

La ética acostumbra ser entendida, sobre todo, como el saber que tiene por objeto el comportamiento colectivo en la comunidad y en la acción política. La moral personalista cristiana es también llamada moral evangélica.

La crisis ético-moral en el mundo de hoy es compleja y difícil de reducir a un esquema. No obstante se señala dos aspectos de esa crisis que afecta de modo especial a la misión evangelizadora de la Iglesia: la subjetividad ética y la ética de resultados. (Conveniencia o convicción).

La subjetividad pone a la conciencia individual como norma última de la moralidad. Según ella, una acción objetivamente condenable se convierte en lícita, si su maldad objetiva no es captada por la conciencia (subjetividad ética) Esto es deformación de la conciencia moral.

La moral personalista cristiana tiene su origen en la realidad sobrenatural de la gracia recibida en el bautismo: "Por el bautismo nacemos a una nueva vida y recibimos la capacidad de acercarnos al modelo que es Cristo.

Caminar hacia Él es la moral cristiana; es la forma de vida propia del creyente, que con la gracia sacramental sigue a Jesucristo, vive la alegría de la salvación y abunda en frutos de caridad para la vida del mundo".

Algunos desafíos pastorales en el campo moral:

1º) La constatación consoladora que en el pueblo fiel, existe todavía una significativa fidelidad a Cristo...Pero, está sometido al acoso de una mentalidad deformadora de conciencia, que hace perder el sentido del pecado hasta caer en el permisivismo moral.

2º) La corrupción generalizada en el mundo político, el trato inescrupuloso de los recursos públicos, la demagogia, el populismo, la mentira. A ello se suma las fallas en la aplicación de la justicia y la consecuente impunidad: el pueblo sintiéndose inseguro, engañado y explotado, cae en el escepticismo.

La desconfianza en los dirigentes políticos lleva al pueblo a una atonía social (falta de energía o capacidad para reaccionar) en donde crece el egoísmo, desapego al bien común y apatía preocupante. A ese cuadro, agregan los obispos, la injusta distribución de la tierra y agresiones al medio ambiente, señales claras de esa insensibilidad social.

3º) No respeto a la vida. Denuncian los obispos acciones concretas contra la vida: campañas antinatalistas, manipulación genética, crimen abominable del aborto y la eutanasia. La vida pasa a ser no ya un bien en sí mismo, sino una conquista donde prevalece el fuerte sobre el débil y el indefenso.

Todo esto representa un atentado a la libertad y dignidad del ser humano, reducido a una pieza descartable, cuando ya no aporta resultados.

4º) La violencia, reflejo trágico de esta cultura de muerte, que se manifiesta en la criminalidad creciente, en el terrorismo, en el consumo y el tráfico de drogas. en el abuso de la sexualidad, en los atentados contra los niños y las mujeres a través de la industria de la prostitución; promiscuidad sexual que hacen crecer el del sida y otras enfermedades.

5º) La difusión del relativismo moral. Los medios de comunicación social, y la propia cultura dominante abogan por lo que se llama "ética civil o ciudadana" basada en el consenso de personas con valores dominantes sin ninguna referencia a las exigencias de la moral natural o de la ley cristiana.

Hoy se llega al relativismo moral que significa, en el fondo, la supresión de la moralidad. Es bueno lo que me interesa, complace, conduce al bienestar material o psicológico, lo que no entra en conflicto con mis proyectos personales.

¿Quién puede negar que existe de modo difuso, este tipo de visión en nuestra sociedad hedonista, permisiva, cuyos ídolos son el dinero, el poder o el disfrute sin límites de todo lo que me agrada?   

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