jueves, 17 de agosto de 2017

EL ESTADO….

¿ES   PECAMINOSO?

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Entre los factores que configuran la existencia de los Estados, uno de los más poderosos es el pecado. El pensamiento cristiano señaló de modo realista este hecho, sobre todo, a fines de la edad Antigua. (cfr. Ética Social J. Messner p. 854)

El papa Gregorio VII, hacía referencia al orgullo, la rapiña, la perfidia, el asesinato y a todos los demás crímenes que se dan en el comportamiento de los malos gobernantes. Carta privada del Papa fechada el 15 de marzo de 1081, dirigida al Obispo Hermann.

Si en el ejercicio del poder dominan fuerzas contrarias a la moral, se acerca el Estado hacia la “civitas diaboli”. Si falta la justicia, entonces, los que ostentan el poder con su organización jurisdiccional, pasan a ser tan solo grande bandas de ladrones (cfr. Ética Social J. Messner p. 855).

¿Es inevitable la perversión del Estado por el elemento pecaminoso? ¿Por qué no hay, al menos, una teoría purificadora de la vida estatal, aun cuando la práctica tenga que continuar siendo impura? Así responde F. Meinecke a su pregunta:

“El bien común, la salud física, moral y espiritual del pueblo, son ciertamente un fin de alto valor moral, pero el medio de conseguirlos (el poder), es y continúa siendo grosero y elemental. Está sometido al pecado y demasiado fácilmente al abuso: pertenece a la esencia del Estado el que se tenga que manchar quebrantando el Derecho y la Moral”

“El Estado, dice Meinecke, no puede sustraerse al influjo demoníaco del procedimiento del poder, que le es esencial” (cfr. F. Meinecke, Die Idee der Staatsrason 1925) Sin embargo, Meineck parece valorar demasiado poco las facultades morales del hombre y de la humanidad, que no son tampoco menos poderosas.

El Estado tiene la función del bien común…parte de su responsabilidad moral. Tomás de Aquino no vacila en decir que el Estado es la creación más destacada de la razón humana y asigna a la política el lugar más elevado entre todas las artes (p. 857).

Observando nuestra realidad, de aquí y de allá, en general ¿qué percepción tiene la ciudadanía sobre el Estado hoy? Estamos en democracia, donde el consenso es necesario y saludable. Pero, ¿es fácil consensuar?

Todos sabemos que el diálogo es la vía para evitar o solucionar múltiples problemas. Tampoco es menos cierto que, si se llega a un consenso (acuerdo es por mayoría), cabe suponer que se avecina grandes posibilidades de arreglos.

Pero, sabemos también que todo lo mencionado aguanta el papel. ¿Por qué? Porque el simple acuerdo – ¡si se logra!- no siempre garantiza la validez de lo acordado. Ejemplos, lo tenemos montones.

Nuestra tan cacareada: “la mayoría manda”, muchas veces es, tan patéticamente irreal, como que Paraguay se halla ubicado en el Polo Norte. El error por mayoría es una de las grandes limitaciones del consenso (sin equilibrado juicio) en nuestra fauna política.

Conocemos consensos absolutos como injustos: el consenso sobre la movilidad del sol y la inmovilidad de la tierra; sobre la carencia de los derechos del niño (…)
  
Porque los hombres han estado mayoritariamente de acuerdo en colosales disparates. (cfr. José R. Ayllón “Desfile de Modelos” p. 187).

¿No han consensuado, una y otra vez, faraónicos disparates nuestros “gloriosos” legisladores, estrangulando al pueblo a quien dicen servir, con siniestras leyes como las del SOAT, ITV, y otras?. ¿No se pusieron de acuerdo para golpearnos con leyes, que luego, muy pronto comprenden que había sido estaban mal e impunemente se retractan?

La Ética no nace automáticamente del acuerdo. La experiencia nos enseña: hay acuerdos que son traiciones y matan. Mac Intyre, en su Historia de la Ética, propone este problema: Si en una sociedad de 12 personas hay 10 sádicos, ¿prescribe el consenso que los dos no sádicos deben ser torturados? ...

Y hace otra pregunta: ¿qué validez tiene el consenso de una sociedad donde hay acuerdo general respecto del asesinato en masa de judíos? El mismo se responde: el consenso sólo es legítimo cuando todos aceptan normas básicas de conducta moral. (p.183)

Aceptar normas básicas de conducta moral quiere decir que el debate no es el último fundamento de la ética, pues un fundamento discutible deja de ser fundamento. Por eso dice Aristóteles, que quien discute si se puede matar a la propia madre no merece argumentos sino azotes.

La ética solo se puede fundamentar sobre argumentos no discutible. (cfr. Desfile de Modelos p, 184). Así las cosas, estimado lector, saque usted sus propias conclusiones sobre el Estado. 

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