¿ES
PECAMINOSO?
Entre los factores que configuran la existencia de los Estados, uno de los más poderosos es el pecado. El pensamiento cristiano señaló de modo realista este hecho, sobre todo, a fines de la edad Antigua. (cfr. Ética Social J. Messner p. 854)
El papa Gregorio VII, hacía referencia
al orgullo, la rapiña, la perfidia, el asesinato y a todos los demás crímenes
que se dan en el comportamiento de los malos gobernantes. Carta privada del
Papa fechada el 15 de marzo de 1081, dirigida al Obispo Hermann.
Si en el ejercicio del poder dominan
fuerzas contrarias a la moral, se acerca el Estado hacia la “civitas diaboli”.
Si falta la justicia, entonces, los que ostentan el poder con su organización
jurisdiccional, pasan a ser tan solo grande bandas de ladrones (cfr. Ética
Social J. Messner p. 855).
¿Es inevitable la perversión del Estado
por el elemento pecaminoso? ¿Por qué no hay, al menos, una teoría purificadora
de la vida estatal, aun cuando la práctica tenga que continuar siendo impura? Así
responde F. Meinecke a su pregunta:
“El bien común, la salud física, moral y
espiritual del pueblo, son ciertamente un fin de alto valor moral, pero el
medio de conseguirlos (el poder), es y continúa siendo grosero y elemental.
Está sometido al pecado y demasiado fácilmente al abuso: pertenece a la esencia
del Estado el que se tenga que manchar quebrantando el Derecho y la Moral”
“El Estado, dice Meinecke, no puede
sustraerse al influjo demoníaco del procedimiento del poder, que le es
esencial” (cfr. F. Meinecke, Die Idee der Staatsrason 1925) Sin embargo,
Meineck parece valorar demasiado poco las facultades morales del hombre y de la
humanidad, que no son tampoco menos poderosas.
El Estado tiene la función del bien
común…parte de su responsabilidad moral. Tomás de Aquino no vacila en decir que
el Estado es la creación más destacada de la razón humana y asigna a la
política el lugar más elevado entre todas las artes (p. 857).
Observando
nuestra realidad, de aquí y de allá, en general ¿qué percepción tiene la
ciudadanía sobre el Estado hoy? Estamos en democracia, donde el consenso es
necesario y saludable. Pero, ¿es fácil consensuar?
Todos sabemos que el diálogo es la vía
para evitar o solucionar múltiples problemas. Tampoco es menos cierto que,
si se llega a un consenso (acuerdo es por mayoría), cabe suponer que se avecina
grandes posibilidades de arreglos.
Pero, sabemos también que todo lo
mencionado aguanta el papel. ¿Por qué? Porque el simple acuerdo – ¡si se
logra!- no siempre garantiza la validez de lo acordado. Ejemplos, lo tenemos
montones.
Nuestra tan cacareada: “la mayoría manda”, muchas veces
es, tan patéticamente irreal, como que Paraguay se halla ubicado en el Polo
Norte. El error por mayoría es una de las grandes limitaciones del consenso
(sin equilibrado juicio) en nuestra fauna política.
Conocemos consensos absolutos como
injustos: el consenso sobre la movilidad del sol y la inmovilidad de la
tierra; sobre la carencia de los derechos del niño (…)
Porque los hombres han estado
mayoritariamente de acuerdo en colosales disparates. (cfr. José R. Ayllón
“Desfile de Modelos” p. 187).
¿No han consensuado, una y otra vez,
faraónicos disparates nuestros “gloriosos” legisladores, estrangulando al
pueblo a quien dicen servir, con siniestras leyes como las del SOAT, ITV, y
otras?. ¿No se pusieron de acuerdo para golpearnos con leyes, que luego, muy
pronto comprenden que había sido estaban
mal e impunemente se retractan?
La Ética no nace automáticamente del
acuerdo. La experiencia nos enseña: hay acuerdos que son traiciones y
matan. Mac Intyre, en su Historia de la Ética, propone este problema:
Si en una sociedad de 12 personas hay 10 sádicos, ¿prescribe el consenso
que los dos no sádicos deben ser torturados? ...
Y hace otra pregunta: ¿qué validez tiene
el consenso de una sociedad donde hay acuerdo general respecto del asesinato en
masa de judíos? El mismo se responde: el consenso sólo es legítimo cuando todos
aceptan normas básicas de conducta moral. (p.183)
Aceptar normas básicas de conducta moral
quiere decir que el debate no es el último fundamento de la ética, pues un
fundamento discutible deja de ser fundamento. Por eso dice Aristóteles, que
quien discute si se puede matar a la propia madre no merece argumentos sino
azotes.
La ética solo se puede fundamentar sobre
argumentos no discutible. (cfr. Desfile de Modelos p, 184). Así las cosas, estimado lector, saque usted sus propias
conclusiones sobre el Estado.
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