¡¡¡ENVIADOS
POR CRISTO!!! (I)
¿Cómo, pues invocarán a aquel
en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y
cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueron
enviados? (Romanos 10, 13-15).
Los que predican el evangelio son enviados, embajadores en nombre de
Cristo. Donde pisan, no pisan ellos; pisa Cristo. Donde hablan, no hablan
ellos; habla Cristo. Donde sanan enfermos, no los sanan ellos, sana Cristo.
Donde abran la boca, palabras de Vida saldrán, los corazones duros se
transformarán en corazones dóciles, el infierno temblará y habrá fiesta en el
cielo. Porque la Biblia dice que cuando un pecador se arrepiente de sus
pecados, hay fiesta en el cielo.
Dicen que en el infierno todavía hay alegría y en el cielo, aun lloran
los ángeles, porque hay muchos que han sido llamados a predicar y no lo están
haciendo o lo hacen mal. Es hora de despertarnos de nuestra siesta espiritual.
El
catequista debe adornarse de cuatro cualidades indispensables para desarrollar
su tarea: a) Querer ser catequista; b) Saber lo que va enseñar; c) Poder
realizar lo que quiere y lo que sabe, y d) Cuidar su estilo de vida (conducta).
Entonces es necesario cultivar
la mente (formarse, no sólo informarse, estudiar y conocer); fortalecer
la voluntad (hacer lo que se debe, por encima de lo que quiere); para
disciplinar la conducta (buenos hábitos, y evitar la anorexia espiritual).
¿En qué consiste la
anorexia espiritual? En términos sencillos, es disminución o pérdida del
apetito aun teniendo abundancia de alimento espiritual (Eucaristía, Palabra de
Dios, oración, penitencia), llegando incluso a sentir asco de todo alimento.
(Salmo 107:18).
Ha de ser piadoso, es decir, debe hablar con Dios, más que hablar de Dios. Además, ha hablar con convicción: Dicen que la ley de la oratoria catequética es: “llena el barril hasta el tope y abre la llave de salida”, o sea, “convéncete plenamente de lo que vas a enseñar y verás que no habrá frenos para la sana enseñanza”
El catequista ha de amar al niño incondicionalmente (afectiva y
efectivamente) El amor es una virtud sobrenatural que no se logra porque a uno
se le antoje. Hay que clamar a Dios esta gracia.
En estos difíciles tiempos (dispersión y ruido) cualidades como paciencia y amabilidad son indispensables. San Juan Bosco decía: “Para
enseñar catecismo se necesita de amabilidad de Francisco de Sales y la
paciencia de Job” Es necesario explicar cada palabra. No dar por comprendido lo
que pudiera no ser entendido.
Ayudará utilizar un lenguaje fácil para hacerse entender. Aquel
catequista enseñaba: “Jesús salió del sepulcro sin romper la losa” Luego
preguntó, ¿comprendieron? Sííí respondió uno: “Jesús salió del sepulcro sin
romper un solo plato…”
San Cirilo de Jerusalén ha merecido el
título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se
llaman "Catequesis". Son 18 sermones pronunciados en Jerusalén.
Habla de la penitencia, del pecado, del
bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí
instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla
bellísimamente de la Eucaristía.
El apóstol recomienda a Timoteo, su joven discípulo: “Evita que te desprecien por ser joven;
más bien sé ejemplo para los cristianos, en tu modo de hablar y de portarte, y
en amor, fe y pureza de vida” (cfr.1ª Tim 4, 12)
El papa Pío XII decía: Los niños tienen
malos oídos para escuchar, pero muy buenos ojos para observar. (No puedo oír lo
que dices porque veo lo malo que haces).
No hay comentarios:
Publicar un comentario