¿CUÁNTO
VALES HOY?
Hace ya mucho tiempo me contaron este cuento: “En un pueblito dos paisanos tenían sus respectivos negocios, uno en frente al otro: heladería y zapatería, respectivamente. Cada uno se fijaba en los clientes que entraban tanto en uno como en otro negocio. Como era de esperar, entre ellos, la envidia y los celos iban en aumento.
Y sucedió que uno de ellos soñó que un
Ángel le dijo: “Dios me envió para hacerte una propuesta: quiere darte todo lo
que quieras…lo que sea...pero con la condición de que tu rival de enfrente, va
a recibir el doble… ¿querés ser millonario?…el será el doble; ¿querés vivir
largo tiempo? él vivirá el doble; ¿querés ser feliz?..él será el doble…
El tipo entró en “corto circuito” ante
la inesperada propuesta. ¡Claro que quería ser millonario y feliz en la vida…cómo rechazar semejante oferta! Pero, eso de que el otro se lleve el
doble…¿qué historia es esa?... se preguntó. Luego reaccionó y dijo al ángel: ¡te
pido que me dejes ciego de un ojo!”
La historieta puede ilustrar hasta donde
ha llegado el terrícola en su poco aprecio al otro, siempre y cuando no sea su
socio, cumpa o cómplice. Es que, como dice Hobbes, Homo homini lupus, el “hombre es un lobo para el hombre”, cuando se refiere
a los horrores de los que es capaz el humano con el próximo.
¿No sucede lo mismo
entre compañeros de trabajo, en la vecindad, en los grupos de “amigos”, en la
familia, en la iglesia? ¿Por qué vemos en el otro un contrario, una
competencia, un rival y no un hermano o, al menos, un prójimo?
Es innegable que, es más placentero y
“conveniente” codearme con los que más tienen, con los satisfechos y con los
ricos con aromas caras. Y no está mal. Pero los abandonados, descartados,
excluidos, las prostitutas y quienes huelen mal… ¿no son acaso mi prójimo?
Jesús dijo: “Cierto
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales
después de robarlo y golpearlo, se fueron, dejándolo medio muerto. Por
casualidad un sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el
otro lado del camino.
Del mismo modo,
también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del
camino. Pero un samaritano, que iba de viaje, y cuando lo vio, tuvo
compasión, y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino
sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y
lo cuidó.
Al día siguiente,
sacando dos denarios, se los dio al posadero, y dijo: "Cuídalo, y todo lo
demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré." ¿Cuál de estos
tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los
salteadores? El que tuvo misericordia de él. Y Jesús nos dice: Ve y haz tú
lo mismo”. (cfr. Lucas 10, 30-37).
¿Cuántos viven tirados frente a nosotros, en los caminos de su existencia?
Nos guste o disguste, esos descartados son nuestros hermanos. ¿Son culpables de
sus desgracias?. Lo que no debemos hacer es juzgarlos sin misericordia, mejor
hagamos por misericordia lo que podamos, así como por misericordia somos
perdonados por la Divina Misericordia.
Llegamos al grado
de deshumanización que ya no asombran las atrocidades que a diario se cometen, porque
se hicieron rutina y la rutina narcotiza los sentidos y los sentimientos hasta
neutralizarlos. ¡Hasta dónde es capaz de llegar el humano en la loca carrera
por tener más riqueza y poder!
¿Por qué vivo como
en un “termo de oro” sin siquiera saludar al vecino? ¿Por sentirme tan superior
a los demás es que no merecen dirigirles la palabra o, es que tengo algo que
esconder y me cobijo en mi jaula de oro, con olor a sangre y sufrimiento ajenos?
Y ¿qué decir de
la deshumanización en el patrón que explota a sus empleados, en el legislativo
que sanciona leyes injustas, en el que ve las penurias de otros pasar y pudiendo,
no hace nada por remediarlas, en el que perjudica a otro en pos de sus
intereses y en quien solo mira sus intereses y no se solidariza con los demás?.
Depende de cada uno optar por el papel del asaltante,
sacerdote, levita o del samaritano.
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