¡¡QUÉ MALA ONDA… LEKA!!
Hay mucho miedo y ficción respecto a la muerte. Es que nos inculcan (erróneamente) de que el morir es malo, algo negativo. No pocas personas sienten repugnancia. Por ello, supongo que este comentario ha de resultar indigesto…desagradable. Tal vez el motivo de peso para rechazar la idea de morir, radique en la incógnita de lo que sigue después.
Es lógico temer a todo aquello que se desconoce,
porque la muerte tocará nuestra propia carne. ¿Quién no tuvo miedo al fantasma
y a otros seres de la sombra con que nos amenazaron desde pequeños, para tomar
las medicinas o la sopa de verduras?
Escuchamos historias del llamado túnel
de la muerte, de quienes dicen haber atravesado ese túnel y, regresaron a este
“valle de lágrimas…pero, ante estas y otras dudas con respecto “al después de
la muerte”, la ciencia calla, no sabe, no responde.
Lo real de la muerte es que nadie puede
posponer o alterar. Así las cosas, el sentido común nos dice que es mejor
disfrutar de la vida al máximo, haciendo el bien y evitando el mal, porque preocuparse
y asustarse por lo incierto, solo nos angustiará inútilmente.
Se atribuye a Heidegger haber acuñado
esta verdad: “El hecho de que el hombre nada más nacer, es lo suficientemente viejo
para morir”.
Grave dilema del terrícola hoy: vive
compitiendo en la loca carrera del tener, volviéndolo consumista, consumido por el consumo que lo
consume, busca placer sin límites, abultada billetera, casas, coches y trapos caros,
viajes...”Ha upeante piko la y vida mi anga”.
El Papa Francisco ha
invitado a tomar en serio la vida y a ser conscientes de que la muerte llegará para
todos: “No gusta pensar en estas cosas pero es la verdad". “Y cuando uno
de nosotros se haya ido, pasarán los años y casi ninguno nos recordará”
“Nos hará bien pensar: ¿Cómo
será el día en el que esté ante Jesús?’ Cuando Él me pregunte qué hice con los
talentos que me dio; cómo ha sido mi corazón cuando cayó la semilla, como un
camino o como las espinas: ¿Cómo recibí su Palabra? ¿Hice germinar para el bien
de todos o lo he escondido?”.
“Y en el día del juicio,
diremos al Señor: Señor, tengo tantos pecados, pero procuré ser fiel. El Señor
es misericordioso, dirá: ‘Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la
vida’. Con esta fidelidad no tendremos miedo en el día del juicio”.
La bioética habla de
Eutanasia, que significa “buena muerte” o “bien morir”. La definición de
eutanasia es clara, del griego eu significa “buena” y thánatos
“muerte”. Pero, entendida erróneamente, por dulce muerte, para no sufrir. La Iglesia
no acepta la eutanasia.
Hay objeciones éticas
que las desestiman”. Que algún enfermo terminal pida su muerte, para no sufrir,
aunque pida por el amor a Dios… a nadie da derecho para matar, ni por compasión…Dios
es el único que puede disponer de la vida. Nadie más.
Como dice el profesor
Blázquez: “Mal está que se acuchille a los toros después de la corrida, pero
parece bien el que se acuchille a un enfermo en el lecho del dolor propinándole
una porción letal de morfina. ¿Sinceridad o cinismo... Buena fe o degeneración
humana?” (Bioética fundamental, BAC, Madrid, 1996).
El secularismo cierra
con cemento armado la puerta hacia Dios, haciéndole creer al hombre que no hay
más vida que la presente (…) y que todos los mundos sólo pueden encontrarse en
éste. Esto implica una profunda crisis de valores que hace entender la vida
humana únicamente en función del
placer o el bienestar que se posee.
Muy atrevidamente propongo una verdadera “eutanasia espiritual” que consiste morir en Cristo Jesús, es decir, morir en gracia
de Dios, morir de la mano de Jesús y guiado por Él, acceder a una nueva morada
que nos tiene preparado desde y para siempre.
«Entonces el Reino de los Cielos será
semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al
encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias
no se prepararon; las prudentes tomaron aceite de reserva, además de sus lámparas.
Como el novio tardaba, se durmieron todas.
A media noche se oyó un grito: ¡Ya está aquí el novio! ¡Salgan a recibirlo!
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las
necias dijeron a las prudentes: `Dadnos de vuestro aceite, que nuestras
lámparas se apagan'.
Pero las prudentes dijeron: No, no sea
que no alcance a nosotras ni a ustedes; mejor vayan a comprar. Mientras
fueron…llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al
banquete, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras: `¡Señor,
ábrenos!' Él respondió: No las conozco. (Mt 25,1-13).
La historia de esta parábola es muy
sencilla y la lección es evidente. “Velad, pues, porque no sabéis, ni
el día, ni la hora”. Moral de la
historia: no seamos superficiales, miremos más allá del momento presente, tratemos
de descubrir el llamado de Dios hasta en las mínimas cosas de la vida, hasta en
el aceite que falta en la lámpara.
Si en vida nos ocupamos de las cosas del
Señor Jesús, Él se hará cargo de nosotros en aquella hora terrible. Con Él Todo, sin Él Nada.
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