¿INMODIFICABLE?
Entonces, conducta es
conducirse, llevarse a alguna parte, (o a ¿ningún lugar?) a hacer o decir algo
(aunque sea una estupidez). No obstante, la conducta “normal”, es provocada por
un plan, necesidad, fin o deseo: voy a la oficina, al parque, al médico…
Mi simpático perrito (Campeón)
actúa sin ningún plan, ni objetivo. Simplemente porque no tiene voluntad,
libertad, ni inteligencia. Ningún animal tiene estas cualidades citadas. Para
ellos, el comer y reproducirse lo hacen por instinto. No son conscientes de sus
actos. No saben que saben ni el porqué o para qué de sus actos (aunque muchos
crean lo contrario).
En cambio, el hombre sabe,
sabe que sabe, piensa... ¿piensa?, al menos está dotado para pensar; es, si
quiere, dueño de sus acciones...opta, y a eso se le llama espíritu. Por eso,
según Nietzsche, el hombre puede hacer promesas, elige su propio destino, o
puede, erróneamente creerse dueño y señor de la verdad (Protágoras)
Dadas todas estas magníficas
cualidades en el hombre, Secundino Núñez hará la gigantesca pregunta: ¿dónde
estamos hoy en el proceso de la historia? ¿En qué rubros de la vida ponemos
mayor vehemencia nuestros afanes? ¿Cuáles son los valores que se han enseñoreado
de la conciencia y actividad de nuestro pueblo? ¿Qué somos hoy?
Reiteremos la pregunta: ¿En qué ponen su
interés los hombres que nos conducen? ¿Cuánto dinero y esfuerzo dedicamos para
humanizar nuestra política y elevar el nivel de nuestro civismo? ¿Podemos
decir, con objetividad que la investigación científica, la educción, las artes,
el saber jurídico y moral han crecido y subido en calidad?
Estamos como anestesiados, sin fe y sin
ganas en lo que atañe a valores morales como son la rectitud en los negocios,
el derecho, la justicia, la fidelidad matrimonial y la familia. Sí, crece
saludable la política folclórica, cuando no violenta y caprichosa, sin otras
armas que el mbareté y el pokarẽ. (cfr. Secundino Núñez ABC, miércoles, 13 de
mayo de 1981)
Recogimos esta noticia que encaja en
nuestro artículo. Maurizio Ferraris, filósofo y
catedrático de la Universidad de Turín, se expresó en estos términos este
miércoles en una conferencia sobre el tema en el Arts Santa Mónica del Raval, festival de filosofía Barcelona Pensa.
(Álvaro Monge.11.2016)
“Hay menos
imbéciles que
antes. El problema es que ahora, los que lo son, que toda son muchos, por no
decir una mayoría (silenciosa), son
más ruidosos, tienen más altavoces,
más tarimas para exhibir su musculada tontería (…) También en la política,
donde ser imbécil, desde el punto antropológico y filosófico, es como ser alto en
la NBA.
El auditorio degustó las mieles de
la flaqueza humana, llegando a una reconfortante
conclusión: "Cuanto más convencidos estemos de que vivimos rodeados de imbéciles,
más felices seremos". Y repitió la palabra “imbécil” unas 200
veces en 55 minutos. Para que quede
claro. Imbéciles todos, aunque sea solo un poco.
Las gallinas ni las lagartijas no son
idiotas. No lo son porque no lo pueden ser. “Mi gato es más independiente que yo. Tiene
menos servitud voluntaria. No puedo
imaginarle con el móvil porque no tiene necesidad de comunicarse
sistemáticamente, de ser reconocido por
otros gatos. Solo, quizás, en asuntos ligados con el sexo”.
No perdamos la esperanza. La capacidad del paraguayo es
considerada superior a la normal, según la Dra. Josefa Brítez de Airaldi,
psicóloga, quien realizó alrededor de 7.300 exámenes de
inteligencia a personas de distintas edades.
Los principales motivos de que el
paraguayo no progrese según la profesional, son la falta de una buena educación
con métodos adecuados de aprendizaje, como también la baja autoestima de las
personas. Este problema es salvable, si queremos.
Si no abandonamos de nuestra faraónica chatura
cívica (tavy-mbareté-pokarẽ) que tanto daña, no tendremos más opción que reconocer dolorosamente que somos “valientes en la guerra y cobardes en la paz”
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