viernes, 22 de septiembre de 2017

“LOS HIJOS “TÓXICOS”…

¡¡TIENEN  SOLUCIÓN, SÍ SEÑOR!!

Resultado de imagen para hijos toxicosLos hijos no nacen "tóxicos" Los padres, en general, los volvemos tóxicos. No es secreto que  muchos padres ya no saben cómo lidiar con sus hijos “problema”. El drama se extiende a escuelas donde aquellos acuden, constituyéndose en victimarios para sus maestras y compañeros de aula. Deseando ayudar, presento un caso real de esperanza:

Andrés Huberto Fournet. Este fue el muchacho que cuando era estudiante firmaba sus libros con esta frase: "Andrés, que nunca será ni religioso ni sacerdote". En sus primeros años era rebelde y tóxico y la única que a medias lo podía soportar era su mamá. Esta santa mujer se propuso hacer de esa fiera un pastor, que salvara otros en dificultades.

Su mamá era muy generosa con los pobres. Andrés la criticaba y le decía que a los pobres había que darles las sobras. Ella le dijo un día: "Ve a la mesa, carga en una bandeja las mejores frutas, los panes más grandes y le das al pobre que está en la puerta: Recuerda que lo que se dé al necesitado se le da a Jesús, porque al Señor siempre se da lo mejor".

En el momento el muchacho no entendió la lección, pero más tarde hará de este consejo de su madre una ley para toda su vida.

Los papás lo enviaron a un colegio a estudiar, pero Andrés era el promotor de todos los desórdenes. Terriblemente insoportable. No era capaz de estarse quieto. Al fin el rector, como castigo, lo hizo encerrar en un cuarto oscuro. Cuando su papá le iba a dar por ello un tremendo castigo, la mamá intercedió por él y logró que le perdonara el castigo con tal de que volviera al colegio y se portara bien. Así lo prometió y así lo cumplió.

Al empezar sus estudios de filosofía en Poitiers, perdió el poco fervor que tenía y se dedicó a una vida patoteril y mundana (como muchos hoy). Pero todo esto le dejaba un vacío inmenso en el alma y una insatisfacción completa y horrible.

Sin consultar a ninguno de su familia entró de militar. Pero cuando quiso visitar a sus familiares, ninguno lo quiso aceptar. Su mamá tuvo que ir al ejército a pagar una fuerte multa para que lo dejaran retirarse. Buscó puesto como empleado público, pero como nadie le quería, era rechazado.

Fue entonces cuando le recomendaron que se fuera a pasar unas semanas con un tío sacerdote, párroco, que tenía fama de santo. En compañía del hombre de Dios, le llegó el cambio en su comportamiento y en su modo de pensar, y se dedicó a los estudios, a la oración y a la meditación.

Fue ordenado sacerdote y enviado como ayudante de su tío el párroco. Empezó a predicar y lo hacía con palabras muy rebuscadas. Un día al empezar el sermón se le olvidó todo y tuvo que suspender su sermón. El anciano párroco, le dijo: "Es que lo que buscas es lucirte ante los demás, y eso no agrada a Dios. Debes predicar con más sencillez".

Cambió entonces de método y en adelante la gente comentaba: "Antes el padrecito aparecía como muy sabio, pero nadie le entendía nada. Ahora habla como nosotros, y entendemos su predicación nos vuelve mejores". (Pero el "rebelde" debía pulirse más todavía)

Cuando lo nombraron párroco, Andrés se dedicó a vivir muy elegantemente con lujosas comodidades en su casa. Más le interesaba aparecer como un señor muy importante que como un santo sacerdote. Su mamá seguía rezando mucho por él.
  
Un día Andrés preparó un almuerzo para los más ricos de la parroquia. Llegó un mendigo  a pedir limosna y entró hasta el comedor. Andrés le dijo, no tengo nada para darle, y el otro viendo las mesas bien servidas, dijo: ¿Y esto qué es?. Y mirándolo fijamente, agregó: "Padre Andrés, usted vive más como un rico que como pobre, como lo manda Cristo".

Esta frase le impresionó inmensamente al joven párroco. Esa noche pidió perdón a Nuestro Señor y enseguida quitó todos los lujos de la casa parroquial, se dedicó por completo a ayudar a los pobres y a los más abandonados. Se dedicó a gastar todo lo que recibía a favor de los pobres, la santidad de Andrés empezó a crecer notablemente.

En 1789 estalló la Revolución Francesa que asesinó a miles de católicos y persiguió sin compasión a todos los sacerdotes. El Padre Andrés tuvo que esconderse y los guardias de la revolución lo buscaban por todas partes.

Un día cuando estaba escondido en un armario, en casa de una familia, al oír que los perseguidores amenazaban a los que estaban en la casa, salió y se les presentó a los militares, y estos quedaron tan impresionados ante su venerable presencia, que se fueron y no se lo llevaron preso.

El Padre Andrés se disfrazó de labrador y se fue a vivir en la finca de una señora. Pero un día llegaron allá la policia en busca de él para llevárselo y matarlo. La señora y Andrés estaban charlando junto a la chimenea cuando de repente llegaron los gendarmes preguntando por el sacerdote.

La señora sin más ni más le dio una bofetada al padre diciéndole: "Váyase inmediatamente a hacer sus oficios y deje de estar por aquí sin hacer nada". Los militares creyeron que era un empleado de la casa, y así él pudo salir huyendo. Después decía por burla: "Fue lo mejor que usted podía hacer. Si no, me habrían descubierto".

Mas tarde, tuvo la suerte de encontrar una mujer con grandes cualidades para la vida religiosa, Santa Isabel Bichier, y con ella fundó la Comunidad de Hermanas de la Santa Cruz, que se llama también, hermanas de San Andrés.

El 13 de mayo de 1834 pasó a gozar de la paz del Señor. Para nosotros la vida de San Andrés Fournet es un ejemplo de cómo aunque en nuestros primeros años hayamos sido malos, si tenemos buena voluntad y deseos de mejorar, podremos ir avanzando notablemente hacia la santidad. Es solo confiar en Aquel que todo lo puede, haciendo nuestra parte, es decir, ¡a Dios rogando y con el mazo dando!




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