¡¡¡MAJESTAD TECNOLOGÍA!!!
Al iniciar el comentario me apresuro a aclarar que no anido sentimiento negativo hacia este portento sin igual llamado, “redes sociales, carretera digital, información en tiempo real”, etc. etc. Solo describo lo que a mi juicio es un hecho, increíblemente, real.
En nuestra experiencia cotidiana
constatamos que la revolución digital ha ganado el país, la ciudad, el hogar y
las mentes del terrícola, independiente de su nivel social, económico o
académico.
No es necesario ser estudioso para
advertir el tremendo impacto que provoca en el homo sapiens, los aparatos
celulares – o al tonto veloz, como graciosamente lo ha denominado un colega…porque
velozmente atonta, agregó…
Conectividad, es un término casi sagrado
que “reina” soberanamente aquí y allá. “Se denomina conectividad a
la capacidad de establecer una conexión: una
comunicación, un vínculo. El concepto suele aludir a la disponibilidad que
tiene de un dispositivo para ser conectado a otro o a una red”.
Un joven sacerdote, amigo decía: conectividad
es sencillamente, pérdida de pudor. Dice Rebeca Reynaud: Si desnudarse fuera lo normal, la vergüenza sería antinatural, pero la
vergüenza es un instinto de preservación de la intimidad, no un prejuicio
adquirido. A propósito, ¿no se “desnudan en todo sentido” la gente en las redes
sociales?
Hubo tiempo en que la sociedad tenía límites. Hoy la moda impone la falta de pudor. La alegre novedad moderna es que nadie se avergüenza de desnudarse, exhibirse, venderse.
Quien comete la osadía
de guarda pudor y no se expone en la vidriera de la carretera digital, es
objeto de crítica o calumnias.
Guillermo Oliveto nos cuenta que: El primer
domingo de agosto de 2010, la revista de La Nación publicó una nota de tapa
memorable. Se veía la cabeza de una persona gritando de manera desencajada.
Podía imaginársela al borde de la locura o en un estallido de ira.
El título de la nota se resumía en una
sola palabra: "Infoxicados". Y aclaraba luego su significado: "Vivimos
permanentemente conectados. Inmersos en un mar de datos y con poco tiempo para
procesarlos. Estamos intoxicados de información".
Marshall McLuhan, filósofo canadiense, a
quien se atribuye acuñar la conocida frese aldea
global, dijo: "Cuanta más información haya que evaluar, menos se
sabrá. La especialización no puede existir a la velocidad de la luz".
En una de sus más recientes
investigaciones, en su libro "la Búsqueda de Identidad en el siglo XXI, dice
la Dra Greenfield, especialista en neurociencia, que el medio ambiente está mudando
los cerebros de una manera negativa, especialmente entre los jóvenes...
Gente que pasa muchas horas al día en
frente de computadoras y televisores, está pasando por un proceso sin precedentes
en el cual el cerebro está consumiendo cantidades excesivas de un producto
químico natural llamado "dopamina".
Otros científicos concuerdan en que cantidades
altas de dopamina pueden producir cambios importantes en el
"cableado" y funciones del cerebro, suprimiendo cierto tipo de
pensamiento sofisticado.
Oyendo a estos científicos comprendemos
el hecho de ver tanta gente – no tan solo a jóvenes - como idiotizada, alienada,
atontada frente a su pantalla, en casa, en el templo, esperando en el
consultorio, en la calle. La gente ya no lee un libro.
La generación de gente más vieja, que la
Dra Greenfield describe como "la gente del libro", ha desarrollado
los poderes de la imaginación, empatía, contexto y significado, y, ella teme,
estas capacidades se hallan bastante reducidas en "la gente de la pantalla".
"La velocidad y la multiplicidad de
mensajes en la pantalla han reducido nuestra capacidad de mantener la atención
y de retener lo que vemos, leemos y oímos; nos han vuelto más sensibles a las
apelaciones sensoriales y menos hábiles a la hora de abstraer.
Corremos el riesgo de transformarnos en
aspiradoras de irrelevancia." Y concluía con una sentencia digna de
atención: "Podemos volvernos sabios aparentes".
Bien entendida, la tecnología no es ni
buena ni mala. Es apenas una herramienta. Muy potente, muy útil y muy
seductora. Pero no por eso deja de ser una herramienta. Un medio, y no un fin.
Para poner su potencial a nuestro favor,
necesitamos retirarnos con cierta regularidad. Preservar y oxigenar nuestra
mente. Desintoxicar nuestra sensibilidad. En el tiempo que viene, deberemos
aprender a desconectarnos de tanto en tanto con lo virtual, para poder
conectarnos con lo real, dice Guillermo Oliveto
El
principal objetivo de las redes sociales en Internet es solidario. Su misión es
ayudar a sus usuarios a encontrar lo que buscan. Generalmente el servicio que
brindan suele ser gratuito o tener un precio mínimo. No se trata, entonces de
satanizarlo.
Si queremos circular por este mundo con
algún grado de sociabilidad razonable, tendremos que aprender a
"con-vivir" en una relación sana -por definición "no
tóxica"- con la tecnología. No nos queda otra opción.
¡Bendita sea la ciencia que está al
servicio del hombre,… no la que estupidiza! Depende de cada uno.
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