Una definición es: “Paciencia, actitud y capacidad, de sobrellevar situaciones difíciles. Quien la posee actúa con sosiego, es decir, ante alguna dificultad, por más difícil que sea, no pierde la calma. Se relaciona con el valor, la madurez y la perseverancia.
Los problemas cotidianos, hacen que
tropecemos y perdamos el control de nuestros actos, es decir, no somos dueños
de nuestros mismos, por tanto, no aprovechamos
todo lo hermoso que la vida tiene para ofrecernos. Nuestro corazón se
quebranta.
El terrícola al
parecer, vive alienado, fuera de sí, enajenado. La crispación
política, laboral, familiar, eclesial afecta a todos por igual. Vivimos crispados con unas y afilados colmillos.
¿Estamos sentados sobre un barril de pólvora a punto de estallar?
Alumnos que toman instituciones
educativas, tránsito caótico, desorden y patoterismo fuera de control,
violencia, asalto y robos diarios, disturbios aquí y allá, autoridades
“ausentes” por cobardía o complicidad, etc, son enfermedades que requieren,
harta paciencia…primero…y castigo, después, si no se mejora.
La paciencia tiene algo de la Humildad;
pero la da el Espíritu Santo: esta virtud es tan grande que hace fuerza al
mismo cielo, y crece con el Sacrificio.
Cuentan que el fallecido padre Carlos
Heredia, se caracterizaba por la predisposición con que luchaba contra la
ansiedad, para lograr ser paciente, solía bromear diciendo que le pedía a Dios:
“Señor,
dame paciencia, pero dámela ya”.
La Psicología
Católica, dice que son tres los grados de la Paciencia:
El primer grado:
Paciencia interior con el prójimo. Debe el alma soportar
amorosamente a todos los defectos, humillaciones y contradicciones que le
vengan de parte de los demás: (…) Esta paciencia cuesta mucho, pero feliz el
alma que la adquiera; porque puede decir esta alma que ha dado un paso grande
en el camino del cielo.
El segundo grado:
Paciencia espiritual perfecta consiste en la Paciencia consigo mismo. Este paso es más alto que el
primero, porque cuesta más; ya que el hombre tiene la lucha dentro de sí, y no
concluye ésta sino con la muerte.
En sus caídas paciencia, humildad y
confianza; en sus debilidades, desmayos, fastidios, e inconstancias, paciencia
y más paciencia; en sus imperfecciones, distracciones y aun en sus faltas,
paciencias. Cuesta a la naturaleza alcanzar este perfecto dominio sobre sí mismo
en sus movimientos espirituales; pero feliz si en esta vida llega a
conseguirlo.
El tercer grado: Paciencia
espiritual perfecta consiste en la paciencia para con Dios. Aquí está el último paso de la perfección
de esta virtud, la paciencia para con Dios. Este es aquel dejarse hacer que
labra el alma como le place: todo está sujeto a Él (…)
Este es el punto más alto de la
paciencia interna, pues solamente las almas que han pasado por estas pruebas,
pueden comprender lo que cuesta adquirirla. Pero mil veces dichosa el alma que,
voluntariamente deja hacer a Dios la purificación y la gracia: ésta ha
alcanzado el último grado de la Paciencia espiritual perfecta.
Francois Van Tuan, el obispo vietnamita encarcelado,
se las ingenió para celebrar misa a diario en su celda, con un pedacito de pan
y un poquito de vino que logró ingresar en un frasco de remedios. Con paciencia
fue convenciendo a los carceleros para que tengan un trato más humano con los
encarcelados..
Es edificante ver en estas personas la
paciencia y la fortaleza. Al igual que ellos, tengo que hacer surgir lo mejor
de lo mío en los momentos más complicados. Nuestra naturaleza herida por el
pecado valora la comodidad, el placer, la calidad de vida.
Cuando eso se transforma en un valor
absoluto, pareciera que no se puede incorporar el sufrimiento y el dolor. Sin
embargo, con paciencia se los puede integrar positivamente. Hay que aprender a
sobrellevar la cruz durante toda la vida. (Fuente Aciprensa)
La persona adulta y madura es capaz de
incorporar de un modo positivo las circunstancias que atentan contra su
felicidad. La vida matiza momentos de dolor con momentos de sosiego. Ser
pacientes nos permite dejar aflorar lo mejor de nosotros.
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