viernes, 18 de agosto de 2017

SEÑORA PACIENCIA…

                                               ¡CUÁNTO  TE  NECESITO!

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Una definición es: “Paciencia, actitud y capacidad, de sobrellevar situaciones difíciles. Quien la posee actúa con sosiego, es decir, ante alguna dificultad, por más difícil que sea, no pierde la calma. Se relaciona con el valor, la madurez y la perseverancia.

Los problemas cotidianos, hacen que tropecemos y perdamos el control de nuestros actos, es decir, no somos dueños de nuestros mismos, por tanto, no aprovechamos  todo lo hermoso que la vida tiene para ofrecernos. Nuestro corazón se quebranta.

El terrícola al parecer, vive alienado, fuera de sí, enajenado. La crispación política, laboral, familiar, eclesial afecta a todos por igual. Vivimos crispados con unas y afilados colmillos. ¿Estamos sentados sobre un barril de pólvora a punto de estallar?

Alumnos que toman instituciones educativas, tránsito caótico, desorden y patoterismo fuera de control, violencia, asalto y robos diarios, disturbios aquí y allá, autoridades “ausentes” por cobardía o complicidad, etc, son enfermedades que requieren, harta paciencia…primero…y castigo, después, si no se mejora.

La paciencia tiene algo de la Humildad; pero la da el Espíritu Santo: esta virtud es tan grande que hace fuerza al mismo cielo, y crece con el Sacrificio.

Cuentan que el fallecido padre Carlos Heredia, se caracterizaba por la predisposición con que luchaba contra la ansiedad, para lograr ser paciente, solía bromear diciendo que le pedía a Dios: Señor, dame paciencia, pero dámela ya”.

La Psicología Católica, dice que son tres los grados de la Paciencia:

El primer grado: Paciencia interior con el prójimo.  Debe el alma soportar amorosamente a todos los defectos, humillaciones y contradicciones que le vengan de parte de los demás: (…) Esta paciencia cuesta mucho, pero feliz el alma que la adquiera; porque puede decir esta alma que ha dado un paso grande en el camino del cielo.

El  segundo grado: Paciencia espiritual perfecta consiste en la Paciencia consigo mismoEste paso es más alto que el primero, porque cuesta más; ya que el hombre tiene la lucha dentro de sí, y no concluye ésta sino con la muerte.

En sus caídas paciencia, humildad y confianza; en sus debilidades, desmayos, fastidios, e inconstancias, paciencia y más paciencia; en sus imperfecciones, distracciones y aun en sus faltas, paciencias. Cuesta a la naturaleza alcanzar este perfecto dominio sobre sí mismo en sus movimientos espirituales; pero feliz si en esta vida llega a conseguirlo.

El tercer grado: Paciencia espiritual perfecta consiste en la paciencia para con Dios. Aquí está el último paso de la perfección de esta virtud, la paciencia para con Dios. Este es aquel dejarse hacer que labra el alma como le place: todo está sujeto a Él (…)

Este es el punto más alto de la paciencia interna, pues solamente las almas que han pasado por estas pruebas, pueden comprender lo que cuesta adquirirla. Pero mil veces dichosa el alma que, voluntariamente deja hacer a Dios la purificación y la gracia: ésta ha alcanzado el último grado de la Paciencia espiritual perfecta.
  
Francois Van Tuan, el obispo vietnamita encarcelado, se las ingenió para celebrar misa a diario en su celda, con un pedacito de pan y un poquito de vino que logró ingresar en un frasco de remedios. Con paciencia fue convenciendo a los carceleros para que tengan un trato más humano con los encarcelados..

Es edificante ver en estas personas la paciencia y la fortaleza. Al igual que ellos, tengo que hacer surgir lo mejor de lo mío en los momentos más complicados. Nuestra naturaleza herida por el pecado valora la comodidad, el placer, la calidad de vida.

Cuando eso se transforma en un valor absoluto, pareciera que no se puede incorporar el sufrimiento y el dolor. Sin embargo, con paciencia se los puede integrar positivamente. Hay que aprender a sobrellevar la cruz durante toda la vida. (Fuente Aciprensa)

La persona adulta y madura es capaz de incorporar de un modo positivo las circunstancias que atentan contra su felicidad. La vida matiza momentos de dolor con momentos de sosiego. Ser pacientes nos permite dejar aflorar lo mejor de nosotros. 

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