lunes, 22 de julio de 2024

El CRISTIANO… ¡Será perseguido! (I)

Dice el padre Fernando Pascual: “El cristianismo no puede dejar de anunciar el mensaje de Cristo. Jesús no dejó de predicar el amor, la misericordia y la necesidad de vivir según los mandamientos y las bienaventuranzas. La Iglesia fue perseguida de muchas maneras a lo largo de la historia.

En los primeros siglos fue considerada como un grupo subversivo, una secta que ponía en peligro el orden social y enemiga de los valores del imperio romano. Se inventaron calumnias y difamaciones contra la gente. Presentaban a los cristianos como pervertidos y criminales, capaces de todo tipo de atrocidades.

Cuando la Iglesia fue socialmente aceptada, empezó a colaborar en diversos modos con el estado, y no por eso cesaron las persecuciones. Gobernantes, reyes y emperadores, querían controlar a la Iglesia y disminuir su tarea evangelizadora. Y se desarrolló de muchas maneras, sin excluir la violencia que llevó a la muerte a muchos cristianos ejemplares.

Con la edad moderna los ataques generaron una virulencia mayor. Algunos presentaron a la Iglesia como enemiga del verdadero progreso del hombre, pues decían que dominaba las conciencias e impedía la libertad de pensamiento.

El Iluminismo, (movimiento filosófico, religioso y espiritual) de modo especial, promovió una imagen de la Iglesia falseada. La veía como una sociedad intransigente, totalitaria, represiva y defensora de ideas que permitían la opresión de la gente inculta.

Se pensó luego, que con la creación de estados liberales y democráticos se rompería esta situación, se difundiría la cultura, y la Iglesia perdería en poco tiempo su influencia social. Pero no todo fue pacífico; hubo grupos radicales que atacaron directamente a obispos, sacerdotes y religiosos, y robaron a la Iglesia a muchos monasterios y hospitales.

Se movieron las ideologías totalitarias del siglo XX: el comunismo, el nazismo y el fascismo. Controlar y denigrar a la Iglesia permitiría al partido o al dictador de turno dirigir la vida de toda la sociedad, sin el freno que podría representar una Iglesia que influyese en las conciencias y que enseñase el respeto a principios éticos por encima de las imposiciones de quienes ejercían, despóticamente el poder.

El actual mundo democrático reconoció un gran espacio de acción a la Iglesia y a las personas qóe creen en religiones distintas, pero saltan nuevos elementos y señales de conflicto. En concreto, cada vez son más frecuentes los ataques contra la Iglesia por parte de personas que dicen defender los valores de la ciencia y la tolerancia.

Nos fijamos en algunos ataques que se repiten periódicamente en dos ámbitos concretos: la ciencia y la fe: Iglesia e investigación científica. Algunas personas consideraban que la Iglesia frena la investigación científica al defender, por ejemplo, que el embrión es un ser humano desde el inicio de su concepción.

Con ideas como estas, dicen, la Iglesia comete una grave injerencia en un campo exclusivo de la actividad científica, un error como el que se hizo en el siglo XVII cuando se condenó a Galileo.

La Iglesia frustraría la experimentación con embriones y la esperanza de millones de personas que algún día podrían ser curadas de enfermedades como la diabetes. Si “sobran” embriones ¿por qué no usarlos para obtener células que ayudarían a curar tantas enfermedades humanas? La oposición moralista de la Iglesia sería así, injustificada y opresiva.

Con este ataque (un botón de muestra) se busca impedir a la Iglesia una actividad que ejerció durante siglos: Defender la dignidad y el valor de todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, como también en todo lo que se refiere a la medicina y a la investigación científica.

Pero, no faltará quien diga que la Iglesia en otros tiempos no defendía la dignidad humana, y recordará el tema de la Inquisición. Sin embargo, la Inquisición, con todos los errores que haya podido cometer, nunca condenaba a hombres simplemente por ser pequeños o grandes, por ser de una raza o de otra, por tener un defecto genético o por no tenerlo.

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