Quien se declara cristiano, si en él lo cristiano es real y no lo meramente adjetivo, terminará haciendo sonar su voz pedagógica en el entorno, pero no es fácil, apunta Carlos Díaz. Hoy, al docente “cristiano por tradición” le resulta fácil demostrar su cristianismo en el templo pero, le resultará difícil vivirlo en aula, en la cancha, en la calle, en la sociedad.
Ello porque no tiene pertenencia a lo que dice ser: cristiano. En cambio, grita con inusitado fervor las bondades de su club o su preferencia político-partidaria. Sin embargo, mira por izquierda y por derecha, por arriba y por abajo, antes de referirse a su confesión cristiana.
Y nada digamos de la casi nula experiencia de profesores que cacarean su cristianismo, pero, incapaces de hacer lo mínimo como orar, por ejemplo, antes de comenzar sus clases; con mayor razón, si en aulas cristianas se desempeña.
¿Por qué teme declarar lo que dice ser? Al parecer, ¡sería gran hazaña para superhombres! Se pregunta el profesor Carlos Díaz: ¿Cuál es la conducta de los egresados de aulas católicas en relación al de otros egresados de centros laicos que jamás leyeron algún texto cristiano, ni tuvieron trato con algún religioso?
Sencillamente… ¡no siempre se puede distinguir una escuela de otra!
¿Cuánta es la responsabilidad del profesor “cristiano” que cumple con algún programa por exigencia, aunque luego su ideario fuera vivido de manera incoherente, dada la incongruencia entre lo que dice y lo que hace? “Sofistas de la palabra antes que discípulos de la verdad”, diría San Bernardo.
¿A qué profesor se habría de conceder más importancia en una escuela que quiere ser evangelizadora y humanista, en un país que se declara mayoritariamente cristiano?
El profesor, por ser un importante referente, ha de transmitir no sólo programas y contenidos, sino, sobre todo, valores. Las escuelas hoy cultúan lo académico en detrimento de los principios éticos. Así, brilla en el imaginario colectivo el gigante tecnológico, pero indigente moral, al decir de un colega.
¿Cómo actúa un docente cristiano? Sirviendo y amando al alumno. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma y mente. Este es el primero y gran mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22:37–39). ¿Qué mejor prójimo-próximo que un alumno?
Lo que impacta de Jesús es Su modo de enseñar. No perdía ocasión para enseñar al que estuviera cerca, sea una multitud o una sola persona. Sus enseñanzas eran vivas no académicas, porque Su palabra es viva. Enseñaba y confrontaba, pero siempre con amor y justicia. Por eso le llamaban “Maestro”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario