viernes, 26 de julio de 2024

CRISTIANO… ¡Serás perseguido! (lI)

  
Siguiendo con la reflexión del P. Fernando Pascual: La Inquisición juzgó, según un modo de pensar del pasado, sobre la peligrosidad de algunas conductas en la vida social. Hoy, por ejemplo, existe una condena casi universal contra quienes esclavizan a los niños. 

En la Edad Media, de un modo parecido, la sociedad nutría (a veces de modo irracional y acrítico) un miedo hacia personas que podían ejercer la brujería o estar endemoniadas, o hacia los herejes. La Inquisición quiso intervenir en estos casos. 

La Iglesia defiende a los embriones: son humanos que merecen respeto y protección. La ciencia debe buscar terapias eficaces a las enfermedades: nunca asesinar, aunque sean embrionario. Un cristiano no debe callar ante la matanza de embriones y fetos por el “progreso de la ciencia”. Esta valentía ganará enemigos. 

Defenderá la verdad, como no calló ante la crueldad de malos emperadores; injusticias de algunos empresarios y el antojo inhumano de tiranos. La Iglesia defiende los derechos humanos. No ataca la libertad de la investigación, Defiende normas para que un investigador respete a los seres humanos, sin injustas discriminaciones. 

Iglesia y ética. Atacan quienes ven los mandatos de Dios como discriminatorio, enemigos de la libertad humana. Decir que el adulterio es malo, el libertinaje sexual es pecado, sería no estar acorde a los nuevos tiempos. 

Quienes afirman lo anterior dividen el mundo entre buenos y malos, aunque quizá no son conscientes de ello: buenos son los que no condenan el crimen, el robo o la mentira. Malos son los que dicen que algunos actos son pecado. Es decir, cambian la idea de pecado en una nueva visión y establecen nuevas condenas y nuevas “fobias” para superar las que, según ellos, existen. 

La Iglesia no puede callar: obedece a Cristo. El cristianismo debe anunciar el mensaje de Cristo, como Jesús no dejó de predicar el amor, la misericordia y la necesidad de vivir según los mandamientos y las bienaventuranzas. El tráfico de mujeres, la esclavitud, el adulterio, el desenfreno sexual, la usura, la explotación, etc. son pecados. 

Todos, incluso los más pecadores, podemos acercarnos a Cristo y pedir perdón. La justicia humana, castigará a quien provoca un desorden social y no permitirá conductas que dañen a otros. Pero no debe imponer ninguna religión a nadie, ni prohibir a la Iglesia ni a las demás religiones que puedan enseñar, libremente sus doctrinas.

Perseguir y destruir textos cristianos que hablan de pecados muestra hasta qué nivel de intolerancia llegan algunos que dicen defender la tolerancia y el respeto. Sólo respetando a las personas, aunque tengan creencias diversas, se construirá un mundo justo. La Iglesia luchará por esto, aunque muchos quieran quitarle la voz, la persigan o la condenen.

La verdad nunca será encadenada (2Tim 2,9). Ni en nombre de una mal entendida investigación científica, ni en nombre de un criterio de tolerancia vaciado de su real valor. La verdad es el mejor servicio al hombre (también a un embrión desamparado) y el mejor homenaje a su dignidad y a sus valores eternos. 

Por eso la Iglesia tendrá siempre sus brazos abiertos para amar a todos, también, a sus enemigos. Nota: La Iglesia formamos todos los bautizados. ¡Ta upéicha!

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