¿Cuál es la Buena Noticia? La Buena noticia anunciada por Jesús consiste en que todos debemos esforzarnos para que el mundo sea un lugar donde haya más amor, justicia, paz y perdón. Para esto, el mismo Jesús nos ayudará si escuchamos su Palabra y seguimos su ejemplo.
¿Cómo dar esa gran noticia? Sin dudas, con nuestra sana conducta, transmitiendo a otros cómo y por qué la fe da sentido a nuestra vida. Los cristianos debemos dar testimonio de esa amistad con Jesús que nos transforma. Es decir, que nuestro modo de ser-ñande rekove- sea un mensaje de esta “buena noticia” para quienes nos rodean.
Decía aquel catequista: “Para recibir el perdón es necesario estar dispuesto a confesar totalmente nuestras malas acciones. Debemos arrodillarnos ante Dios, en humilde oración y reconocer nuestros pecados, confesar la culpa que sentimos, y luego suplicar su ayuda”.
“Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si decimos que no cometimos pecado, hacemos que Dios parezca mentiroso y no aceptamos su palabra” (1 Juan 1:9-10)
“Así pues, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir según las inclinaciones de la naturaleza débil. Porque si viven ustedes conforme a tales inclinaciones, morirán; pero si por medio del Espíritu hacen ustedes morir esas inclinaciones, vivirán” (Ro 8,12)
“El ángel les dijo: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor”. (Lc 2: 10-14)
Se trata de “comunicar” en el sentido más profundo de la palabra: acción que pone en “comunión”, que une, al hacer participar de este mensaje que trae la verdadera felicidad cuando se vive auténticamente.
Un
lugar de tormentos (Lc 16:23): “en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos,
y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno...”. Un horno de fuego (Mateo
13:42): “y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de
dientes”.
Cada uno es responsable de su salvación o condena. En Ezequiel 18:20, dice, “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”.
Cada persona es responsable ante Dios de su vida. No podemos salvarnos o condenarnos por lo que otros hagan o no hagan. El destino eterno de cada uno será decidido por sus propias elecciones y conducta personal. Pero, hay gente que no creen en esto. La salvación es una responsabilidad individual. ¡Ta upéicha!
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