viernes, 12 de febrero de 2016

SENTIDO DEL AYUNO....

¿POR QUÉ  Y  PARA  QUÉ?

Dijo Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma 2009. "Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. El Valor: Es, en primer lugar, una "terapia" para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios…  

El sentido del ayuno; cumplir la voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará" (Mt 6,18). Cristo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que "no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el "alimento verdadero", que es hacer la voluntad del Padre (Jn 4,34)”.

Cuando los discípulos de Sócrates le preguntaron por qué ayunaba, dijo: "Porque así descubro todas las cosas que no necesito". La abstinencia de alimentos es una práctica universal, anterior incluso al cristianismo. El ayuno tiene “sentido” cuando le damos sentido. Es aprender a renunciar a lo que me “gusta”, en orden a un bien mayor.

Hoy se ayuna por diversos motivos: dieta para bajar de peso, huelga de hambre por razones laborales o políticas, por aparentar “santidad” al estilo farisaico, etc. ¿Será que budistas, musulmanes, hindúes y judíos ayunan para nada?

El ayuno colabora en la conversión espiritual, fortalece en la lucha contra apetitos insanos y nos hace soberanos sobre nuestro ego. Dice Javier Methol uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes, quien luego consagró su vida al apostolado y a transmitir el mensaje de Jesús: “Ayuna de palabras hirientes y transmite palabras bondadosas. 

Ayuna de descontento y llénate de gratitud. Ayuna de enojos y llénate de mansedumbre y paciencia. Ayuna de pesimismo y llénate de esperanza y optimismo. Ayuna de preocupaciones y llénate de confianza en Dios. Ayuna de quejarte y llénate de las cosas sencillas de la vida. Ayuna de presiones y llénate de oración.

Ayuna de juzgar a otros y descubre a Jesús que vive en ellos. Ayuna de tristeza y amargura y llénate de alegría el corazón. Ayuna de egoísmo y llénate de compasión por los demás. Ayuna de falta de perdón y llénate de actitudes de reconciliación. Ayuna de palabras y llénate de silencio para escuchar a otros. Si todos intentamos este ayuno, lo cotidiano se irá inundando de paz, de amor, de confianza”. ¡Es éste el verdadero sentido del ayuno cristiano!.

El ayuno también ayuda a la mente de toda distracción mundana, de toda superficialidad, del vyroreí posmoderno que nos engrilleta. Por eso el silencio (lo contrario del ruido) de quien ayuna, lo acerca a Dios. Para el bautizado, el ayuno es una ocasión de abrir el corazón a Dios pero y fundamentalmente, al prójimo. El ayuno debe provocar una actitud de caridad hacia el otro: que me agrada o me desagrada.

¡Grita a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denuncia a mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob! (cfr. Isaías 58, 1)....Porque ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre.

Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas. ¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor? 

Este es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. (58, 4-7). 
                                                        ¡Bendecida Cuaresma

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