¿IGUAL O
PEOR QUE YO?
¿Por qué debo confesar mis pecados a un Pa-í, si éste es tanto o más corrupto que yo?. Respuesta: Si Jesús quiso que confesásemos nuestros pecados para recibir la absolución por parte de sus sacerdotes, a quiénes otorgó el poder de perdonar pecados; ¿con qué derecho cuestionaré a Dios, como hacen quienes rechazan el sacramento de la penitencia? El mismo Papa tiene que confesarse y recibir la absolución de parte de su confesor.
El Papa Francisco
explicó la importancia y necesidad de confesarse; “respondió a los que creen
erradamente que basta confesarse “solamente con Dios”. Comentó en su
alocución que “alguno puede decir: ‘Yo me confieso solamente con Dios’. Sí, tú
puedes decir a Dios: ‘Perdóname’, y decirle tus pecados. Pero pecamos también
contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y
a los hermanos, en la persona del sacerdote”.
“Pero, padre, ¡me da vergüenza!’.
También la vergüenza es buena, es ‘salud’ tener un poco de vergüenza. Porque
cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un sinvergüenza.
La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote
recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona”. “Cuando
yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, el corazón por algo que
hice, que no está bien.
El Pontífice explicó que
el sacramento de la Reconciliación tiene su origen en la Pascua del Señor, cuando Jesús sopla sobre
los discípulos y dice “los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen”. “El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos,
sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de
la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del
Cristo crucificado y resucitado”. Historia real: Wenceslao I y Juan
Nepomuceno:
San Juan Nepomuceno nació en Nepomuk,
Bohemia, (Checoslovaquia), en 1345, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el
sobrenombre Nepomuceno. Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la
Universidad de Padua. San Juan es el mártir del secreto de la confesión y
patrono de la buena fama. No resulta fácil acercarse al sacramento de la
penitencia.
Por eso Dios da una gracia especial al sacerdote para guardar el
secreto de la confesión. El velo sagrado del sigilo sacramental jamás se ha
descorrido. Así lo afirmaba San Juan Clímaco en el siglo IV. (Es que, independientemente de su conducta, el Pa-í, guste o no, es autorizado por Cristo para confesar. tarea que, dígase de paso, para el confesor, debe ser penoso y desagradable soportar, absorber y contaminarse con todas las porquerías de la miseria humana.
Wenceslao, rey de Bohemia,
era un monstruo, más que una persona. Cuando le acusaban de ser otro Nerón,
decía que si no lo había sido, lo sería en adelante. Le presentaron una vez un
ave mal asada. Y sin más, mandó asar al pobre cocinero. Se complacía en
afirmar, y tenía razones para ello, que el verdugo era su mejor camarada. La
historia le llama beodo y haragán.
Un día susurraron al oído del Rey una
infame calumnia sobre la infidelidad de la Emperatriz. Y Wenceslao quedó preso
de terribles celos que ni la dulce presencia de su esposa ni la santidad del
confesor podían disipar. Un día vio el Rey que la Reina se confesaba con el P.
Juan, y que luego iba a comulgar. Entonces Wenceslao concibió el diabólico plan
de asegurarse de la fidelidad de su esposa.
El rey dijo al confesor: “Padre Juan, tú
conoces la duda terrible que me atormenta, y puedes disiparla. La Emperatriz se
confiesa contigo. Me bastaría una palabra..”. ¡Majestad, contesta el Confesor ¿cómo
es posible que me propongas tal infamia? Sabes que nada puedo revelar. El
secreto de confesión es inviolable!. Nadie, ha contrariado nunca al tirano.
Sólo Juan se atrevió a oponerse a sus planes… y sabe que le va en ello la vida.
Padre Juan, tu silencio quiere decir que
renuncias a tu libertad. Juan dijo: ¡Jamás consentiré en tal sacrilegio. Manda
cualquier otra cosa…porque como dijo San Pedro: "Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres"!. Pocas horas después Juan es arrojado a la
cárcel. Es sometido a terribles torturas para hacerle ceder. La Reina logra
liberarlo y cura sus heridas. Aún pudo predicar en la catedral, anunciando su
muerte. Pues sabe que el tirano nunca le perdonará.
¡Poco después Juan había ido a postrarse
a los pies de Nuestra Señora de Bunzel. Wenceslao le tiende una trampa para la
vuelta. Los verdugos esperan al Mártir junto al puente y lo arrojan al río
Moldava. Era el 19 de abril de 1393. La gente decía que el río se tiñó de
purpúreo y celestial resplandor, como anuncio de la gloria del Mártir.
Su epitafio, en la
catedral de San Vito, de Praga, dice así: "Yace aquí Juan Nepomuceno,
confesor de la Reina, ilustre por sus milagros, quien, por haber guardado el
sigilo sacramental fue cruelmente martirizado y arrojado desde el puente de
Praga al río Moldava, por orden de Wenceslao IV, el año 1393". Su
lengua se conserva incorrupta. Cualquier discusión al respecto, será solo
derroche de consideración. ¡Bendecida
Cuaresma!
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