martes, 16 de febrero de 2016

CUARESMA - 2016

  PAPA  FRANCISCO

El Papa en su homilía del domingo 14-02.16, entre otras cosas dijo: “Este tiempo de Cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.

Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único pero no sabe generar y criar «hijos únicos» entre nosotros. Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del «padre mío» y «padrastro vuestro».

Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, escuchamos en el evangelio lo que hacía con Jesús por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos.

Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces - y con dolor lo digo - somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.

Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.

Las Tres tentaciones que sufrió Cristo. Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad, a la que hemos sido llamados. Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.

Primera: La riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o “para los míos”. Es tener el “pan” a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos.

Segunda tentación: La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que “no son como uno”. La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, “haciendo leña del árbol caído”.

Tercera tentación, la peor, la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la “común vida de los mortales”, y que reza todos los días: “Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos”.

¿Qué más agregar?.. sino aprovechar al máximo este tiempo de gracia y reconocer, golpeándonos el pecho, una y otra vez diciendo: ¡Límpiame Señor!...porque como decía el querido padre Guillermo:   Quien no tiene Cuaresma, no podrá tener Pascua. 

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