jueves, 8 de abril de 2021

QUE LA PARTIDA…

 ¡De un ser querido, nos haga reflexionar para ser mejores!

 
Demasiado dolor y muerte está causando en el mundo esta pandemia. Nos enfrenta con la muerte de seres muy cercanos; ello nos hace sentir impotentes e indefensos. Quien más quien menos, llora cada día la desaparición de papá, mamá, hermanos, amigos... 

Ante la dura experiencia de tener que soportar el sufrimiento que parece contradecir el anhelo de felicidad, surge la incómoda pregunta “¿Por qué Dios permite estoPor qué? 

Queremos vivir en un mundo libre de maldad, de enfermedad, de dolor: Pero, aquí está el coronavirus, provocando terrible angustia y desesperación. El mundo ya es hostil con tanta mala gente, sean políticos o no. Por eso la pregunta: ¿Por quédónde está Dios? 

Para muchos, tiene sentido que a esa fauna corrupta y malnacida, le pasen cosas malas, porque merecen pagar su maldad. Pero a los buenos, o al menos, a los que luchan por serlo, ¿por qué también sufren? 

Así siendo, tomo las reflexiones del P. Alfonso Milagro, para intentar mitigar mi angustia: "Nada dura mucho, si tiene fin. Nada es absoluto, si tiene límites". 

Los días de dolor parecen que nunca terminan; las noches de insomnio, los días de duro trajinar, la enfermedad molesta y dolorosa, el problema angustioso, la pena que se aferra al espíritu con garra lacerante... todo parece que durará para siempre, que nunca acabará. 

Sin embargo, todo pasa, todo perece, todo termina, todo desaparece y todo se olvida; por eso decimos que nada dura mucho si tiene fin, pues una vez llegado a ese fin, ya no se puede hablar de mucho, porque ya estamos en la nada. 

En cambio, el Absoluto, el que no tiene ni principio ni fin, el que es eterno e inmutable: Dios, es el que nunca pasa, el que por lo mismo no sólo es mucho, sino que es todo. 

Por eso en nuestra vida Dios no puede ocupar un segundo lugar; nada puede haber superior a Dios; tampoco ocupa un “primer” lugar: debe ocupar “todo” lugar. “Yo soy el alfa y la omega dice el Señor. Aquel que es, que era y que vendrá, el Todopoderoso” (Ap 1, 8). 

Así, que ante  la muerte de un ser querido pregunto: ¿Estoy preparado para morir? ¿Cuándo será?, no sé, ¡pero llegará! Luego, el mejor homenaje para esa buena persona que parte, será “desprenderme de tantos pecados que me atenazan”, para abandonar vicios e intentar ser mejor persona.  

En estos tiempos de egoísmo, competitividad y consumo (consumidos por el consumo que nos consume), estamos en diarias luchas que nos exigen siempre más, pero, inesperadamente la "parca" entra por la ventana y, de pronto todo acaba… ¡opá la mundo... ña manó! 

Cuando un ser querido nos deja, hay un proceso de duelo. El psiquiatra Kübler Ross habla de 5 fases en el proceso de duelo: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación. Pero, deja la sensación de que nuestra relación con la muerte está siempre en fase de negación.  

La muerte está ahí. Pero, proyectamos todo para el futuro, pero no para lo más seguro: la muerte. Moriremos todos: Poderosos "poguasu"y humildes “arriéro perõ”. A todos, un día nos cerraran los ojos. El cementerio es el destino final de todos.

"Hermanos, no queremos que se queden sin saber lo que pasa con los muertos, para que ustedes no se entristezcan como los que no tienen esperanza. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero” (1ª Tes 4:13-16) 

¡En memoria de Oscar Escobar, mi amado hermano en la fe, que hoy partió al encuentro de la beatitud... en la patria celestial...por haber peleado la buena batalla! 

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