martes, 10 de diciembre de 2019

PACIENCIA, PACIENCIA

¡VIRTUD URGENTE Y NECESARIA!
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En el libro ¿Es grande ser jovende Carlos Díaz p. 32 y sgtes se lee: “El rechazo de la paciencia, produce un efecto de crispación entre grandes sectores juveniles



 Al punto me asalta la pregunta: ¿sólo el joven es impaciente?.. Casi ruborizado me descubro totalmente impaciente, aun con ¡seis décadas de existencia!.

Pocas personas han de ignorar que, paciencia, es una de las virtudes más codiciadas, sin embargo, frecuentemente rechazada. Motivos sobran: tránsito lento, insoportable, el calor, esperar largas horas por un trámite sencillo en cualquier institución pública, etc, etc.

¿Por qué vivo apurado, corriendo todo el tiempo; por qué no puedo parar; qué persigo? Respuesta: “soy esclavo de mí mismo, de mi impaciencia, corriendo para llegar al trabajo, para escribir, para ir velozmente… para llegar a hora, muchas veces, a ningún lugar”.

La juventud embiste a un tigre de papel, y la llamada “crisis generacional” estalla con atronador fragor de una represa que se rompe (cfr. p. 33). ¿Cuánta responsabilidad tenemos los adultos en el desquiciamiento juvenil? En muchos casos, es el mismo desquiciamiento del adulto mismo.

De ahí que en el terreno pedagógico, la crisis del joven implique también la crisis de la pedagogía y de los pedagogos. (p.34). Ya sabemos que la impaciencia produce estrés, y el estrés literalmente mata.

Es oportuno recordar lo dicho por A. Einstein: “La sabiduría no proviene de estudios ni educación, sino de toda una vida luchando por conseguirla”.

La impaciencia hace sufrir y lo que hace sufrir, es doloroso. El poeta Amado Nervo dice: “lo que nos hace sufrir nunca es una tontería, puesto que nos hace sufrir

Así las cosas, ¿para qué sufrir?...sepamos que el éxito de una persona depende de la magnitud del desafío que enfrenta. Luego, enfrentemos nuestra impaciencia.

Si descubro que la impaciencia es mi enemiga, es urgente y necesario que levante una muralla contra el mal que me atormenta. Nunca es fácil cambiar de hábitos, es difícil cambiar de vida. Destruir la “impaciencia autodestructiva” es el desafío.

Depende de cada uno decidir acumular malestar sobre malestar que provoca infelicidad. Toda rectificación de aberraciones constituye progreso. ¿Por qué seguir viviendo en mi propio campo de concentración?

No hacer lo que debo, sabiendo que debo y puedo para ser feliz, es enriquecer aun más el hiper-poblado museo de la extravagante imbecilidad.

Sí amigos, la paciencia es un camino seguro al cielo. Cultivémosla. Este servidor se declara indigente de paciencia, pero lucha diariamente para vencer el demonio de la impaciencia.

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