La prepotente
ignorancia y patoterismo de un gran sector juvenil da mucho que hablar, las más
de las veces, con descarada hipocresía. ¿Dónde se incuban estos males?
Antes de disparar el dedo acusador, en
concubinato con la lengua viperina, sepamos que entre esa “escoria”, están jóvenes de distinto sexo y edades… ¿no son parte esa escoria nuestros
hijos?
Luego, si esta
es nuestra realidad, ¡los padres somos culpables, en primer lugar!...
Somos culpables de que los hijos se
vuelvan lacra social: irresponsables, patoteros y borrachos a edades cada vez
más temprana, porque ndajé ¡no son ko malos, solo se
divierten, son jóvenes…cambiaron los tiempos! Y todos sabemos que la
lista de calamidades es ilimitada.
Sabemos que los
vicios aniquilan física y moralmente, y por tanto, llevan katueté a la cárcel ó la
muerte. Es lamentable para los jóvenes que se han confundido en su forma de
vida.
Los padres deben evitar que los hijos anden
como zombies
drogados por el alcohol o cualquier polvo, que probaron, ndajé para “estar
en onda olúo”, cuando los “amigos” le hicieron la liga.
Son gente Ni-Ni.
Ni estudia, ni trabaja. Sólo molesta a los demás, bebiendo-gritando, polución
sonora de por medio y atentando de todas las formas posibles contra el bien
común.
Y la
carretillada de males puede seguir…pero, no todo está perdido…¡¡hay jóvenes sanos!!
Así las cosas, no es justo culpar
sólo a los jóvenes de la cloaca social en la que estamos chapoteando. Por ello
traigo parte de la Exhortación Apostólica Christus Vivit, del Papa Francisco. (25.03.19):
“Muchos jóvenes son capaces de aprender a gustar del
silencio y de la intimidad con Dios. También han crecido los grupos que se
reúnen a adorar al Santísimo o a orar con la Palabra de Dios (...)
No hay que menospreciar a los jóvenes como si fueran incapaces de abrirse a
propuestas contemplativas. Sólo hace falta encontrar los estilos y las
modalidades adecuadas para ayudarlos a iniciarse en esta experiencia de tan
alto valor (…).
Una
oportunidad única para el crecimiento y también de apertura al don divino de la
fe y la caridad es el servicio: muchos jóvenes se sienten atraídos por la
posibilidad de ayudar a otros, especialmente a niños y pobres (…)
Muchos
jóvenes se cansan de nuestros itinerarios de formación doctrinal, e incluso
espiritual, y a veces reclaman la posibilidad de ser más protagonistas en hacer
algo por la gente (…)
En muchos adolescentes y jóvenes despierta gran
atracción el contacto con la creación, y son sensibles hacia el cuidado del
ambiente, como ocurre con los Scouts y otros grupos: organizan
jornadas de contacto con la naturaleza, campamentos, expediciones y campañas
ambientales.
En el espíritu de san Francisco de Asís, son
experiencias que pueden significar un camino para iniciarse en la escuela de la
fraternidad universal y en la oración contemplativa (…)
Los
jóvenes necesitan ser respetados en su libertad, pero también necesitan ser
acompañados.
La familia debería ser el primer espacio de acompañamiento. La construcción de una casa, de un hogar edificado sobre roca (Mt 7,24-25).
La familia debería ser el primer espacio de acompañamiento. La construcción de una casa, de un hogar edificado sobre roca (Mt 7,24-25).
¿Cuántos adolescentes
andan por ahí con sus uniformes que identifican a su Colegio, Instituto
Escuelas, dando motivos para hablar por, como se comportan, sin importarles un
“pìto”
las críticas de la calle? ¿Importa a las instituciones la conducta de
sus alumnos fuera del aula?
Propongámonos papás, abortar los
delitos, guiando a los hijos en sus conductas: en la calle, en la escuela y en
casa, porque el hogar es la primera escuela de la vida donde se aprenden buenas
costumbres: la escuela instruye (o debería instruir) y la
casa educa
(muta conductas).
Si el hombre es
lo que come, su educación es un problema de alimentación; pero si estamos
convencidos de que el hombre es lo que conoce y ama, lo que desea
y persigue, entonces su educación es un problema de alimentación
del alma. Esto sólo en casa se puede recibir.
NO TODO ESTÁ PERDIDO… ¡¡HAY JÓVENES
SANOS!!
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