viernes, 6 de diciembre de 2019

EL LAICO EN LA POLÍTICA..

         ¿PARA QUÉ?
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Laicos católicos deben participar en política sin sucumbir a sed de poder” (Benedicto XVI)

En el primer Congreso Nacional de Laicos realizado recientemente en la ciudad de Caacupé, participaron más de dos mil laicos de diferentes puntos del país. Exhortaron a los mismos a ser actores políticos, sociales y económicos en una sociedad que requiere de gente íntegra.

Según el obispo Celestino Ocampos, los laicos son una gran mayoría en la Iglesia, por lo que  deben asumir protagonismo, sentido de pertenencia y profundizar su formación y  asumir el compromiso  de ser fermento en la masa, para la transformación de la sociedad.

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) propone que el cristianismo debe asumirse de un modo integral. Benedicto XVI, desafiante, cuestiona: ¿Es acaso coherente profesar nuestra fe el domingo en el templo y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover intervenciones médicas contrarias a esta fe?

Y agrega, “los laicos católicos deben participar, en primera persona, en la vida pública y política para ofrecer su necesaria contribución a la sociedad, formados a partir de la Doctrina Social de la Iglesia que los purifique de la "sed de poder".

La Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) 2014-, ha creído oportuno señalar que el estado de corrupción descrito en la señera carta pastoral “El saneamiento moral de la Nación” (1979) no solo sigue vigente, sino, ha empeorado debido al “crecimiento exponencial del narcotráfico, que inficiona y coopta a sectores de la política, ramificados en los Poderes del Estado”.

Se trata de una alarmante afirmación con la que solo cabe concordar. La “quiebra de los valores morales” denunciada en aquel documento, aún no ha sido respondida con la conversión personal y el saneamiento de las instituciones públicas y privadas, como puede constatarse día a día.

¡Y la cosa sigue peor aún, sin frenos ni barreras! Al punto, traigo aquí lo dicho por S. Núñez:

“Nuestro numeroso laicado católico no ha generado para nada una viva conciencia de la responsabilidad política" y agrega: Nuestra vocación extraeclesial de laicos está maniatada e inoperante". "No sabemos y no queremos el compromiso político".

Pero el maestro no se detiene simplemente en diagnosticar el mal. Propone estimulantes desafíos para despertarnos de nuestra beata somnolencia:

 Desafío. Que nos demos enteramente al servicio y promoción de los valores temporales, como son la economía, la política, las artes, las ciencias y la técnica. Es decir, en todos los aspectos y momentos de nuestra vida. Y por consiguiente, que la purifiquemos de toda corrupción, a la que la malicia de los hombres hemos sometido.

 Desafío. Que sepamos con toda profundidad y fuerza que la eficacia de nuestra acción, viene de la interioridad de vida, de la oración permanente, del sacrificio abnegado y del silencio de nuestra humildad. No viene de la fuerza bruta "mbareté", ni de los títulos, ni de las artes o argucias de la astucia humana, es decir, de las conciencias averiadas.

Desafío. Comprendamos muy bien que nuestra conducta y acción deben imitar a la acción providente de Dios Padre, que hace salir su sol, sobre justos y pecadores y hace caer su lluvia sobre buenos y sobre malos.

 Es tiempo para que el cristiano, mire y vea al otro, por encima de la billetera, de su corbata, de su status social, de su principesca casa y de sus efímeras satisfacciones que producen el aplauso fácil, muchas veces inmerecidos, pero obligados.

Por último, hay un bravo y difícil desafío, que día y noche nos llama al cuidado y buen juicio: es la codicia del dinero. No el dinero; sino la codicia del dinero, que hoy se ha desatado sobre el mundo con una angurria impresionante.

Es una verdadera pena que muchos "inteligentes", participen "en la loca carrera del quien tiene más y en el menor tiempo posible, y no interesando los medios". Es que, el dinero queda en el bolsillo; la codicia destruye y mata al hombre.

Por ello, repetimos- necesitamos de laicos sanos que sustituyan al político saqueador; al mbareté con el débil, y débil lamebotas con el fuerte; al “judas” que por usar saco y corbata en su curul, se cree superior a quienes dice representar; en fin, al "desecho moral" de la nación…

Necesitamos un cristiano decente, sereno equilibrado, educado. Un político que por fin, sea honesto, valiente y patriota. ¡Si los buenos callan, el infierno se irá extendiendo, por consiguiente, ¡adelante los heraldos de Jesucristo


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