“Laicos
católicos deben participar en política sin sucumbir a sed de poder” (Benedicto
XVI)
En el primer Congreso Nacional de Laicos
realizado recientemente en la ciudad de Caacupé, participaron más de dos mil
laicos de diferentes puntos del país. Exhortaron a los mismos a ser actores
políticos, sociales y económicos en una sociedad que requiere de gente íntegra.
Según el obispo Celestino Ocampos, los
laicos son una gran mayoría en la Iglesia, por lo que deben asumir protagonismo, sentido de
pertenencia y profundizar su formación y
asumir el compromiso de ser
fermento en la masa, para la transformación de la sociedad.
La Doctrina Social de
la Iglesia (DSI) propone que el cristianismo debe asumirse de un modo integral.
Benedicto XVI, desafiante, cuestiona: ¿Es acaso coherente profesar nuestra fe
el domingo en el templo y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover
intervenciones médicas contrarias a esta fe?
Y agrega, “los laicos católicos deben
participar, en primera persona, en la vida pública y política para ofrecer su
necesaria contribución a la sociedad, formados a partir de la
Doctrina Social de la Iglesia que los purifique de la "sed
de poder".
La Conferencia
Episcopal Paraguaya (CEP) 2014-, ha creído oportuno señalar que el estado de
corrupción descrito en la señera carta pastoral “El
saneamiento moral de la Nación” (1979) no solo sigue vigente, sino, ha
empeorado debido al “crecimiento exponencial del narcotráfico, que inficiona y
coopta a sectores de la política, ramificados en los Poderes del Estado”.
Se trata de una
alarmante afirmación con la que solo cabe concordar. La “quiebra de los valores
morales” denunciada en aquel documento, aún no ha sido respondida con la
conversión personal y el saneamiento de las instituciones públicas y privadas,
como puede constatarse día a día.
¡Y la cosa sigue
peor aún, sin frenos ni barreras! Al punto, traigo
aquí lo dicho por S. Núñez:
“Nuestro
numeroso laicado católico no ha generado para nada una viva conciencia de la
responsabilidad política" y agrega: Nuestra vocación extraeclesial de
laicos está maniatada e inoperante". "No sabemos y no queremos el
compromiso político".
Pero el maestro
no se detiene simplemente en diagnosticar el mal. Propone estimulantes desafíos
para despertarnos de nuestra beata somnolencia:
1º Desafío. Que
nos demos enteramente al servicio y promoción de los valores temporales, como
son la economía, la política, las artes, las ciencias y la técnica. Es decir,
en todos los aspectos y momentos de nuestra vida. Y por consiguiente, que la
purifiquemos de toda corrupción, a la que la malicia de los hombres hemos
sometido.
2º Desafío. Que
sepamos con toda profundidad y fuerza que la eficacia de nuestra acción, viene
de la interioridad de vida, de la oración permanente, del sacrificio abnegado y
del silencio de nuestra humildad. No viene de la fuerza bruta "mbareté",
ni de los títulos, ni de las artes o argucias de la astucia humana, es decir, de
las conciencias
averiadas.
3º Desafío.
Comprendamos muy bien que nuestra conducta y acción deben imitar a la acción
providente de Dios Padre, que hace salir su sol, sobre justos y pecadores y
hace caer su lluvia sobre buenos y sobre malos.
Es tiempo para que el cristiano, mire y vea al
otro, por encima de la billetera, de su corbata, de su status social, de su
principesca casa y de sus efímeras satisfacciones que producen el aplauso fácil,
muchas veces inmerecidos, pero obligados.
Por último, hay
un bravo y difícil desafío, que día y noche nos llama al cuidado y buen juicio:
es la codicia del dinero. No el dinero; sino la codicia del dinero, que hoy se
ha desatado sobre el mundo con una angurria impresionante.
Es una verdadera
pena que muchos "inteligentes", participen "en la loca carrera
del quien tiene más y en el menor tiempo posible, y no interesando los
medios". Es que, el dinero queda en el bolsillo; la codicia destruye y
mata al hombre.
Por ello, repetimos-
necesitamos de laicos sanos que sustituyan al político saqueador; al mbareté
con el débil, y débil lamebotas con el fuerte; al “judas”
que por usar saco y corbata en su curul, se cree superior a quienes dice
representar; en fin, al "desecho moral" de la nación…
Necesitamos un cristiano decente, sereno
equilibrado, educado. Un político que por fin, sea honesto, valiente y
patriota. ¡Si los buenos callan, el infierno se irá extendiendo, por
consiguiente, ¡adelante los heraldos de Jesucristo!
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