La generosidad es virtud que no se “vocea”. Es grosera soberbia -arropada de humildad- alardear de gestos que se hacen para ayudar a otros.
Pobres, enfermos, descartados, hay aquí y allá, por izquierda y por
derecha, en todo el país. Varios sectores no reciben apoyo de ninguna entidad
pública o privada, de nadie.
Hay “gestos caritativos” que rompen
estómago, cerebro y otros órganos, cuando “tanto amor” es
llevado en andas rodeado de publicidad, presunción, vanidad, sonrisa amplia y selfie
para luego, inundar las redes sociales.
Por ello, muchos y con razón, consideran
tales acciones –per se– buenas, pero, moralmente inválidas, porque, aunque la actitud a
favor del necesitado sea objetivamente útil, la intención (que no se ve, ni se
mide ni se pesa), es canallesca.
“Por el contrario, una intención mala (vanagloria) convierte en malo un acto que, de suyo, puede
ser bueno (limosna)”. (cfr. Mt 6, 2-4)- CIC.
1753).
La película de Robin Hood puede aclarar
el punto: Robin defendía la causa de los excluidos, movido por su buena
intención. Pero la recta intención es invalidada por la acción es mala: Robo es delito.
Robin es
un tipo de héroe bandido
de gran corazón, admirado por el pueblo. Robaba al rico para ayudar a los
pobres. Vivía escondido en los bosques. Pero, el fin no
justifica los medios.
Entonces, toda acción
ha de ser guiada conforme a la recta conciencia, sin calcular lucros personales, ya que, hacer algo solo por agradar a los hombres, no
es lo más correcto. “Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres”
(He 5, 29)
Una metáfora: “la mano izquierda puede ser: la fama, familia, trabajo, diversión,
caprichos, modas o la hipocresía"....(quizá sea algo complicado la comprensión cabal de lo afirmado, pero el sentido común presta su ayuda).
¡Cómo el cristiano demuestra amor al
prójimo? Lo sabemos todos: En primer lugar, hacer vida la regla de oro: "Así pues, hagan ustedes con los demás como
quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los
profetas” (Mt. 7-12).
Podría ser un desafío para mejorar mi conducta el año entrante,
por ejemplo: “No juzgar a otros.
Recordar que así como juzgo al semejante, Dios me juzgará”.
Porque, no
quisiera escuchar que el Maestro me diga:¡Hipócrita!, saca primero el tronco
de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu
hermano en el suyo. (Mt, 7-5)
Como intención, al
menos, podría agregar un desafío más: Si a lo largo del año haya lidiado con
personas tóxicas, que al inicio parecía ser un buen amigo y compañero,
proponerme olvidar todo lo negativo que pudiera haber generado la relación.
Es que, ¿vale la pena
acumular pesadez emocional?. Quizá una conversación franca y clara con esa
persona “tóxica”, pueda mejorar los vínculos. Y ¿qué si minucioso
examen de conciencia me revela que, había sido, yo también era parte del
problema". ¡No ha de descartarse tal posibilidad!
Finalmente, el cristianismo no predica
una salvación por el intelecto. El cristianismo es un estilo de vida, una
forma de pensar, de decir, de hacer, por consiguiente, de ser, ergo,
el cristiano debe luchar por hacer vida lo antementado.
El cristiano es un ser integral, lo es
durmiendo, estudiando, gozando y muriendo: no cabe dividir su vida en mitades
segmentadas ni vivir inconvicto o inconfeso en cualquier comunidad. Quien posee
esta identidad lo vive inevitablemente en su actuar, donde quiera que esté. repetirá, una y otra vez, el hermano en la fe C. Díaz. !Feliz
año 2020!!
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