¿POR QUÉ Y CÓMO HACER?
La
respuesta es obvia y sencilla: La “señal de la Cruz” es verdadera y
poderosa oración, no es un gesto
ritualista, simplemente. Es la señal de los cristianos. Por medio
de ella y por los méritos de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, pedimos
que Él nos libre de de todas las trampas del mal, que atentan contra nuestra
salud física y espiritual.
Otra cosa muy distinta es que, al no
entender la importancia de esa oración, se haga de modo distraído, apático, indolente,
resultando apenas
un gesto, sin la efectiva invocación a la Santísima Trinidad.
¿Cómo hacer correctamente esta gran
oración? Diciendo con entera devoción y respeto:
Por la señal de la Santa Cruz (en la frente) Pedimos
a Dios que nos de pensamientos nobles y puros, es decir, para no pecar con malos
pensamientos.
De nuestros enemigos (sobre la boca).
Pedimos que nuestro hablar sea siempre para la edificación del Reino de Dios y
para el bienestar del prójimo. Que no pronunciemos palabras ofensivas. Que de
nuestros labios sólo salgan alabanzas.
Líbranos Señor, Dios nuestro (sobre el
corazón): para que en nuestro corazón sólo reine el amor a la ley del Señor,
alejándonos de todos los malos sentimientos, como el odio, la avaricia, la
lujuria… Haciéndonos verdaderos adoradores. (Esto es Signarse)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén – Es el acto
liberador y debe ser realizado con la mayor reverencia, consciencia, fe y amor,
pues expresa nuestra fe en el Misterio de la Santísima Trinidad, núcleo de
nuestra fe cristiana, Dios en sí mismo. Debe hacerse con la mano derecha, llevándola
de la cabeza al vientre, y del hombro izquierdo al derecho. (Santiguarse)
El persignarse es hacer el
signo de la cruz mientras se dicen las palabras EN NOMBRE DEL PADRE
Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. Esa costumbre proviene del tiempo de
persecución de la Iglesia y es una oración rápida a la Santísima Trinidad. Al signarnos y luego inmediatamente nos
santiguamos, nos persignamos.
“Pues Dios tuvo
a bien hace residir en él (en Cristo) toda la plenitud, y reconciliar por él y
para él todas las cosas, las de la tierra y las de los cielos haciendo la paz
mediante la sangre de su cruz” (Col 1, 19-20). La insignia del cristiano es la
cruz, ya que Jesucristo crucificado en ella nos redimió y pagó por nuestros
pecados. Por ello, llevar la cruz y llevar una cruz en el pecho con dignidad
debe ser lo más natural del cristiano.
Dijo aquel profesor: La Sagrada Escritura enseña que para los cristianos el hablar de “la Cruz” no es algo malo o relacionado con la muerte, todo contrario. Desde el principio fue adquiriendo un significado de vida y salvación, pues ésta es la llave por la que nosotros podemos entrar al Reino. De ahí que San Pablo llegue a afirmar: "Nosotros predicamos a un Cristo crucificado... fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1ª Cor. 1, 23-24)
La historia de la señal de la cruz tiene su origen en un pasado tan lejano como Tertuliano, el padre de la iglesia primitiva que vivió entre los años 160 a 220 d.C. Tertuliano escribió: “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz.”
Los católicos encontraron la justificación para la señal de la cruz, primeramente en sus muchos años de tradición eclesiástica, y seguidamente en Éxodo 17:9-14 y Apocalipsis 7:3; 9:4; 14:1. Mientras que los pasajes hablan de una señal en la frente para protección del juicio de Dios, éstos deben ser interpretados a la luz de su contexto.
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