lunes, 19 de junio de 2017

¡EXITOSOS Y FAMOSOS!...

PERO… ¿FELICES?

Resultado de imagen para caretas de feliz pero tristeHoy, tantas personas cargadas de “fama y éxitos” sufren en demasía aunque lo nieguen. En las redes sociales este tipo de gente se confiesa solitaria e infeliz, a pesar de su fama, posición social y económica elevada. ¿Qué contrasentido!

En el libro 2ª de Reyes, cap. 5, se lee la historia de un hombre famoso y lleno de éxito. Su nombre, Naamán, comandante en jefe de ejército del Rey Aram, de quien era muy querido. Gozaba de elevada posición social (primer anillo), tenía dinero en abundancia, tenía éxito en la vida, como es anhelo de todo y cualquier terrícola.

Pero, algo echaba por tierra su “castillo de naipes”; Naamán era leproso. Entonces, su fama, abultada billetera, posición social, etc., quedaron en segundo nivel. La lepra, terrible mal, ahogaba todas sus bonanzas. ¡Qué calamidad! Ni la fama, ni el dinero, ni el poder podían librarlo de su lepra y esta lo iba consumiendo.

¿Cuántos Naamán, en esta era de prosperidad tecno-científica peregrinan desahuciados en este valle de lágrimas? Hoy, la ciencia ha derrotado a esta enfermedad. No así, sin embargo, a la lepra “espiritual”, es decir, al incontenible torrente de pecados (robo, adulterio, libertinaje, mentira, etc, que vende satisfacción, deleite… pero no felicidad.

Una publicación de Domi Bañuelos Cid dice: “Hoy 15.03.1975 falleció el naviero y multimillonario griego Aristóteles Onassis, su hija Cristina pasa a ser la joven más rica del planeta. Su padre le dejó una fortuna de más de 500 millones de dólares, además de una flota formada por cincuenta y dos barcos, entre balleneros, cruceros y petroleros…

Pese a su enorme fortuna Cristina se convirtió en una alocada personalidad internacional adicta a toda clase de drogas. Bebía hasta 30 botellas de Coca Cola al día, bebida que le servía para tragarse puños de barbitúricos. Para colmo de males era una adicta sexual, por lo cual pagaba a los hombres para que la llevaran a la cama.

En 1980 realizó un intento de suicidio encontrándose en Nueva York (…) Y en 1985 se casó por cuarta vez con Thierry Roussel, el padre de su hija Athina (…) En noviembre de 1988 Cristina llegó a Buenos Aires, y fue a visitar a una amiga llamada Marina Dodero. Se quedó a pasar la noche con ella. Al día siguiente fue encontrada sin vida en el baño.

Dicen que se quitó la vida tomando una sobredosis de barbitúricos. Qué triste debió de ser la vida de Cristina. Un poco antes de morir había dicho: "Soy tan pobre que solo tengo dinero...". ¿Cuántas Cristina hoy peregrinamos en este sodomítico-gorromino?

La escritora Paloma Sánchez Garnica, dice: “A veces nos empeñamos en mantenernos en la infelicidad, aún teniendo todo a favor, por comodidad, por miedo al riesgo, al cambio, a romper con lo que tenemos, aunque no nos llene…

Y a veces nos empeñamos en anhelar lo que idealizamos en otros, sin darnos cuenta de que el idilio lo tenemos que tener con nosotros mismos y con lo que tenemos (...) De todo se aprende y se aprende más de los fracasos”. 

Y la Palabra de Dios afirma: Pues, ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? O, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.  (Mt 16, 26-27)

Una conocida historia dice así. Una pobre mujer, con su hijo pequeño en brazos, pasaba delante de una caverna, cuando escuchó una voz misteriosa que desde dentro le decía: Entra y toma todo lo que quieras, pero no te olvides de lo principal. Una vez que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo más importante...

La mujer entró. Había mucho oro y diamantes. Entonces, fascinada por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal. De pronto, la voz misteriosa habló nuevamente: Te quedan sólo cinco minutos. La mujer, afanada, continuaba recogiendo lo más que podía.

Al fin, cargada de riquezas, corrió y llegó presurosa a la salida de la cueva cuando la puerta se estaba cerrando. En menos de un segundo se cerró. Y en ese momento se acordó de que su hijo se había quedado dentro. ¡La cueva estaba ya sellada para siempre! El gozo de la riqueza desapareció enseguida y la angustia y la desesperación la hicieron llorar amargamente. 

Amigo, la vida pasa volando y la muerte nos llega de sorpresa, porque no sabemos ni el día ni la hora. Cuando la puerta de esta vida se cierra para nosotros, de nada valdrán las lamentaciones. Pensemos ahora que hay tiempo y hagamos caso a la llamada de Dios.


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