domingo, 25 de junio de 2017

BIEN COMÚN POLÍTICO…

¿QUÉ  ES…QUÉ  NO  ES?

Resultado de imagen para Secundino NuñezDurante el Curso de Verano, denominado ANATOLIA, allá por el mes de febrero del año 2006, el maestro Secundino Núñez, abordaba el tema, referido al Bien Común. Con peculiar estilo de maestro y padre, nos enseñaba con su agradable y cariñoso saber decir, cualidades que tanto añoro y siento presente. Así dio inicio su agradable clase:

“En una ocasión puse a los alumnos como tema de examen lo siguiente: Expone lo que es y lo que no es el bien común político. Uno de ellos, juicioso y atento en clase, expuso su examen escribiendo dos ejemplos.

Decía el primero: En mi pueblito de tierra adentro, había una linda moza que, además de su belleza y gracia, irradiaba espléndidamente sus 17 añitos. De yapa, su hermoso nombre era Florencia, y su papá, un hombre ricachón.

Todos los muchachos del pueblo la pretendían; la buscaban y la festejaban. Casi no había noche sin serenatas; llamados, saludos y piropos iban y venían; pero Florencia era muy discreta y no soltaba prendas fácilmente. En la misa del domingo los jóvenes disimulaban piedad y asistían, no tanto por Jesús, sino por verla a Florencia con esa sonrisa de cielo que a veces, de paso, regalaba.

Si todos los mozos la querían y la pretendían y la buscaban, ¿era acaso Florencia el bien común de la ardiente juventud masculina? No. Porque todos la pretendían, pero cada uno para sí, y solo para sí, sin participación alguna de los otros jóvenes restantes.

Pero, Florencia se casó con un gringo arribeño, poeta melenudo, que pasó por mi pueblito, y se fue a vivir lejos, y quedamos nosotros los jóvenes con el alma vacía y muchos suspiros; ¡si te he visto no me acuerdo!

Así es el bien común para muchos; es el poder y nada más que el poder. Lo buscan con angurria canina y se pelean por el poder, es decir, por los zoquetes. Cuando llegan al poder se olvidan de sus promesas, se regodean en la abundancia y, lejos del pueblo menesteroso, usufructúan los bienes públicos, y pasan sus veranos en Cancún, Miami, Punta del Este o Copacabana. 

Así, pues, Florencia no es el bien común, porque no es de todos, sino de unos pocos o de uno solo.

El segundo ejemplo: En ese mismo pueblito, al borde de un bosque cercano, había una fuente de agua pura y cristalina, naciente de un arroyito limpio que ceñía al pueblo con su frescura.

Ese hontanar de agua pura era riqueza de todo el pueblo, y todos acudían a la fuente con sus cántaros y sus vasijas para proveerse a discreción de tan saludable elemento de vida. Incluso a media mañana venían las mujeres a lavar la ropa a la fresca sombra de los árboles corpulentos crecidos cerca del arroyo.

Para mantener limpio el lugar y hacerlo accesible a todos, le pagaban a un vecino, que diligentemente mantenía el ykua con agua pura y fresca sombra. 
Ese es el verdadero bien común: riquezas naturales y culturales que todo el pueblo procura y cuida para satisfacción y bienestar de todos.

Y los hombres de poder y mando, la autoridad pública, como ese cuidador del naciente arroyo, orientan y promueven la acción ciudadana para mantener, acrecentar y evitar que el yuyal, es decir, los hábitos perversos, corrompan el ethos cultural de la nación.

Entendemos así lo que decía aquella sentencia romana: Salus pópuli suprema lex est, o el bienestar del pueblo debe ser la ley suprema.

Cuando terminé de leer el examen de este alumno me acorde de aquellos versos que decían: “Feliz quien, como yo, ha bebido patria en la miel de su selva y de su gente”.(Este escrito lo publicó en el diario Abccolor el 14.02.2007  donde por muchos años fue  columnista) 



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