lunes, 26 de junio de 2017

EL PODER CORROMPE…

¿SIEMPRE… Y… A  QUIÉN?

Resultado de imagen para corrupcionLa frase acuñada por el escritor John Edward Emerich Dalkberg Acton (Lord Acton) dice: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. El adagio se utiliza para señalar la corrupción en esta o aquella institución, sea pública o privada.

Pero, ¿es verdad absoluta tal sentencia? Luca Prodan –músico y cantante italiano- decía con tino: “Hay que ver siempre quien es el que llega al poder, a tener poder. Quizá no es que lo corrompió el poder, sino que siempre estuvo corrompido 

Miguel Ayuso Torres, catedrático de Ciencia Política y Derecho Constitucional en la Universidad Pontificia Comillas, dice entre otras cosas: El poder corrompe, sí, pero no a todos. Varios los estudios han comprobado a posteriori que el refrán  no es cierto.

Un nuevo estudio de la Universidad de Toronto dio un paso más en el entendimiento de cómo el poder influye en el comportamiento de las personas. En opinión de los investigadores, liderados por la profesora Katherine A. DeCelles, el poder sólo corrompe a la gente que, de antemano, tiene una moral laxa.

Realizaron un experimento con la colaboración de 173 trabajadores adultos y 102 estudiantes universitarios. Se hizo pruebas sobre la importancia de atributos éticos. Luego fueron divididos en dos grupos: unos tuvieron que escribir una redacción sobre un día ordinario, otros relataron un incidente en el que se sintieron poderosos.

Los participantes realizaron varios ejercicios que los investigadores habían diseñado para valorar su comportamiento ético. Quienes redactaron su escrito de modo neutro tuvieron resultados parecidos en las pruebas, independientemente de su bagaje ético.

Sin embargo, aquellos cuyo poder había sido resaltado en la redacción previa mostraron conducta muy distinta: aquellos con un bajo bagaje ético se comportaban peor que el resto, los otros, con sólidos valores éticos, se comportaban notablemente mejor.

Luis Arroyo, sociólogo, autor de “El poder político en escena” dice: “Poder no significa necesariamente corrupción, pero con el poder, la corrupción adquiere dimensiones especiales”.

Y agrega, “tal como apunta el estudio, uno vive su papel en función de sus visiones del mundo, del ambiente en el que se mueve, de la presión del entorno, de sus creencias, etc. La presión del grupo y el ambiente es fundamental”.

De los estudios señalados se deduce que si la conciencia está averiada, opta por romper las normas, disminuye la maldad del acto, considerando como lícito que no es, o como no tan malo aquello que, de suyo, es muy malo.

Esta conciencia enfermiza proviene generalmente de muy escasa reflexión en el obrar, falta de delicadeza en cumplir las obligaciones y, complicidad del imaginario social sodomítico-gorromino, mentiroso y angurriento en participar de la loca carrera por tener más, no importando los medios sino los fines.

Por consiguiente, para evitar esta falla, es necesario formar la conciencia moral del hijo, con una catequesis que ha iniciarse en casa, desde los primeros años. La educación de la conciencia garantiza libertad y engendra paz del corazón.

En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso poner en práctica con los hijos, rezando y creyendo que somos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cfr. Dignitatis Humanae, nº 14).

Padres, ¿estamos preparados para ser los primeros educadores de los hijos? ¿Seguiremos  delegando nuestra responsabilidad a los catequistas? Sabemos que los niños, aunque no entiendan…imitan a sus padres y actúan espontáneamente, adquiriendo -aunque no lo entiendan- hábitos buenos o malos. Si no lo estamos, nunca es tarde para comenzar.

El refrán dice lapidariamente: Padres corruptos=hijos patoteros= aborto social. 

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