¿SIEMPRE… Y… A QUIÉN?
La frase acuñada por el escritor John
Edward Emerich Dalkberg Acton (Lord Acton) dice: “El poder corrompe y el poder
absoluto corrompe absolutamente”. El adagio se utiliza para señalar la corrupción
en esta o aquella institución, sea pública o privada.
Pero, ¿es verdad absoluta tal sentencia?
Luca Prodan –músico y cantante italiano-
decía con tino: “Hay
que ver siempre quien es el que llega al poder, a tener poder. Quizá no es que
lo corrompió el poder, sino que siempre estuvo corrompido”
Miguel Ayuso Torres,
catedrático de Ciencia Política y Derecho Constitucional en la Universidad Pontificia Comillas, dice entre
otras cosas: El
poder corrompe, sí, pero no a todos. Varios los estudios han comprobado a
posteriori que el refrán no es cierto.
Un nuevo estudio de la Universidad de
Toronto dio un paso más en el entendimiento de cómo el poder influye en el
comportamiento de las personas. En opinión de los investigadores, liderados por
la profesora Katherine A.
DeCelles, el poder sólo
corrompe a la gente que, de antemano, tiene una moral laxa.
Realizaron un experimento con la
colaboración de 173 trabajadores adultos y 102 estudiantes universitarios. Se
hizo pruebas sobre la importancia de
atributos éticos. Luego fueron
divididos en dos grupos: unos tuvieron que escribir una redacción sobre un día
ordinario, otros relataron un incidente en el que se sintieron poderosos.
Los participantes realizaron varios
ejercicios que los investigadores habían diseñado para valorar su
comportamiento ético. Quienes redactaron su escrito de modo neutro tuvieron
resultados parecidos en las pruebas, independientemente de su bagaje ético.
Sin embargo, aquellos cuyo poder había
sido resaltado en la redacción previa mostraron conducta muy distinta: aquellos con un bajo bagaje
ético se comportaban peor que el resto, los otros, con sólidos valores éticos,
se comportaban notablemente mejor.
Luis Arroyo, sociólogo, autor
de “El
poder político en escena” dice: “Poder no significa necesariamente corrupción,
pero con el poder, la corrupción adquiere dimensiones especiales”.
Y agrega, “tal como apunta el estudio, uno
vive su papel en función de sus visiones del mundo, del ambiente en el que se
mueve, de la presión del entorno, de sus creencias, etc. La presión del grupo y
el ambiente es fundamental”.
De los estudios
señalados se deduce que si la conciencia está averiada, opta por romper las
normas, disminuye la maldad del acto, considerando como lícito que no es, o como no tan malo aquello que,
de suyo, es muy malo.
Esta conciencia
enfermiza proviene generalmente de muy escasa reflexión en el obrar, falta de
delicadeza en cumplir las obligaciones y, complicidad del imaginario social sodomítico-gorromino,
mentiroso y angurriento en participar de la loca carrera por tener
más, no importando los medios sino los fines.
Por consiguiente, para evitar esta falla, es necesario
formar la conciencia moral del hijo, con una catequesis que ha iniciarse en
casa, desde
los primeros años. La educación de la conciencia garantiza libertad y engendra
paz del corazón.
En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso poner en práctica con los hijos, rezando y creyendo que somos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cfr. Dignitatis Humanae, nº 14).
Padres, ¿estamos
preparados para ser los primeros educadores de los hijos? ¿Seguiremos delegando nuestra responsabilidad a los
catequistas? Sabemos que los niños, aunque no entiendan…imitan a sus padres y
actúan espontáneamente, adquiriendo -aunque no lo entiendan- hábitos buenos o
malos. Si no lo estamos, nunca es tarde para comenzar.
El refrán dice
lapidariamente: Padres corruptos=hijos patoteros= aborto social.
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