PORQUE QUIERO
CREER
Ninguna persona que cree “tiene” que
creer; la fe es por naturaleza un acto libre. La creencia en algo o alguien
nunca debe lograrse mediante imposición. Por eso quien cree, en tanto que cree,
es siempre libre. Quien cree podría también no creer. Fe es aceptar sin reservas
como real y verdadero algo que de suyo no es evidente. (cfr. J. Pieper - Las
Virtudes Fundamentales p. 331)
Creer a su vez, supone unión de
certidumbre e incertidumbre. Hay que pensar con más detalle en esta notable
unión de certeza e inseguridad, que no sólo caracteriza, sino que propiamente
constituye la situación interna del creyente.
Esta realidad de dos caras la reduce
Santo Tomás a una escueta fórmula, según la cual en la fe hay algo de
perfección y algo de imperfección, lo cual tiene como consecuencia que quede en
el creyente una «inquietud de pensamiento» (p.332)
Por su parte, el padre Loring dice: En nuestra Santa Religión hay algunos misterios
incomprensibles para el corto entendimiento humano, pero que debemos creerlos
porque han sido revelados por Dios. Y Dios no enseña falsedades.
Qué es la gravedad: la atracción mutua de las masas materiales. Se desconoce su naturaleza. El mismo Newton explicó la atracción en una sencilla fórmula matemática, confesó que él conocía las leyes de la atracción pero no sabía lo que era la esencia de tal atracción.
La vida está llena de misterios. ¿Vamos a extrañarnos de que también los haya en un Dios infinito, que sobrepasa totalmente nuestra capacidad intelectual? Ni la inmensidad del mar cabe en nuestro ojo, ni la de Dios en nuestro entendimiento. Si Dios cupiera en nuestro entendimiento, sería limitado. Dejaría de ser Dios, pues Dios tiene que ser infinito.
Nosotros no podemos conocer a Dios del
todo con ciencia adecuada y perfecta. Sería absurdo creer que sólo puede ser
verdad lo que cabe en nuestro pequeño entendimiento. Cuando creemos en los
misterios, hacemos un acto de fe y humildad reconociendo que Dios es sabe más
que nosotros.
Una historia como ejemplo: Como aquel
joven del África ecuatorial que no había visto nunca el hielo y por eso no
creía al misionero cuando éste le decía que con el frío, a veces, el agua se
endurece de tal forma que puede un hombre andar sobre ella sin hundirse.
El chico no comprendía cómo esto puede
ocurrir, pero sí le constaba de la
honradez del misionero y de que éste sabía lo que decía, debía fiarse de él,
aunque su entendimiento no lo comprendiera.
Lo mismo debiera ocurrir con nosotros
para creer en los misterios que Dios nos enseña por medio de la Iglesia, divinamente
asistida por Él. Creo firmemente lo que no veo, porque creo a Aquel que lo ve
todo (Bossuet).
Es decir, que aunque está bien que busquemos las razones que hacen nuestra fe razonable, sin embargo, no creemos porque a nosotros nos parezca razonable, sino porque nos fiamos de la Ciencia y Veracidad de Dios, y aceptamos confiadamente todo cuanto Él nos diga.
Tampoco una hormiga entiende el ajedrez, y sin embargo el juego del ajedrez es una realidad. En la Física hay cosas inexplicables, y no por eso el físico reniega de la Física; y en la Medicina hay casos que no tienen solución, y no por eso el médico reniega de la Medicina. Es decir, en la Religión hay cosas que superan nuestro entendimiento, pero debemos fiarnos de Dios que nos las comunica.
El misterio de que hay un solo Dios y tres Personas distintas se llama Misterio de la Santísima Trinidad. Aunque no podamos entenderlo perfectamente, podemos, sin embargo, aclararlo con comparaciones.
El agua puede estar en tres estados (sólido, líquido y gaseoso) sin perder su
misma naturaleza: H2O. Tres cerillas unidas tienen una sola llama: cada cerilla
tiene llama, pero no son tres llamas, sino una sola. Etc.. (Tomado del libro Para Salvarte- P.Jorge Loring).
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